sábado, 31 de enero de 2015

31 de enero de 2015: El Calafate – El Chaltén - 380km - 8h

Cuando uno cena mucho… malo, cuando uno cena cordero… peor! Esta noche he tenido una noche toledana. Ya de por sí soy propenso a tener pesadillas (soy una alma atormentada) pues lo de hoy… Vaya nochecita madre mía!!! Me he despertado dos veces con mis propios gritos!!!! Eso ha hecho que se me pegasen las sábanas y al final he arrancado a las 10:00. El día hoy era corto en kilómetros así que me lo podía permitir.

He salido rumbo hacia el Glaciar Perito Moreno. El día ha aparecido un poco nublado pero a medida que avanzaba el día se iba despejando. No sé si también ayudaba el viento huracanado qué hacía, qué infierno. El caso es que he llegado a la puerta del Parque Nacional de los Glaciares y cual es mi sorpresa que no hay un precio fijo para la entrada, depende del país del que vengas pagas una cantidad u otra. Ole tus cojones la discriminación positiva!!! Que vienes de un país de pelados… te regalan la entrada, que vienes de España… 215 pesos argentinos, que vienes de Suecia (como mi amigo Morgan)… no quiero saber lo que te atizan. Pasado ese trámite he llegado al aparcamiento del parque, he dejado la moto y me he montado en una furgonetilla que te lleva a unas pasarelas desde las que se puede ver el glaciar. La verdad es que lo tienen muy bien montado y entre el montaje y que el lugar es ESPECTACULAR… la combinación es perfecta. 

Es la segunda vez que vengo a ver el glaciar, vine con unos amigos hace cosas de ocho años y me ha dejado tan impresionado hoy como entonces. Mira que creo haber visto unas cuantas cosas ya, pues sinceramente creo que este sitio es uno de los mas chulos que he visto. He estado unas dos horas dando vueltas por las pasarelas que suben y bajan y te permiten ver el glaciar desde distintos ángulos y distintas alturas. La verdad es que cuando he llegado había hordas de personas pero con el tiempo se ha ido despejando. Es curioso como muchas de las personas que han pasado por allí estaban más pendientes de hacerse una foto con el glaciar al fondo, un famoso “selfie” con los palitos estos que venden ahora que alejan la cámara o panorámicas con el iPad para luego verlo en casa. Coño, mira ahora y luego en casa lo ves por internet!!! Pues nada, no sin mi foto. En el fondo creo que todos hemos caído en eso, en esa especie de consumismo del turismo que consiste en ir, sacarte la foto de rigor, con esto del wasap mandárselo a los compañeros de oficina para alegrarles la mañana y pirarte. Cuantas más fotos tengas de sitios cañón, mejor y más si están lejos… Pocos amigos (me incluyo yo también) me han enviado una foto un día debajo del “oso y el madroño” con el texto de: - donde estoy? Eso sí, he recibido fotos rodeados por tiburones, saltando de paracaídas, desde el Angkor Wat y hasta haciendo guarradas.

Glaciar Perito Moreno

Después de esta reflexión sociológica, acabé mi visita al Glaciar Perito Moreno (ojo que yo también he sacado mis fotitos killer) y puse la proa hacia el Chaltén. El Chaltén es un pueblo de nueva creación que está a los pies del Fitz Roy, una mole de piedra espectacular que le encanta escalar a todos los macarritas amantes del riesgo y que se encaraman en una pared en cuanto te das la vuelta. Como ya dije antes, aunque el día estaba despejándose, el huracán que soplaba era de aúpa. El camino ha sido realmente un infierno, además yo creo que el viento estaba contra mi porque hiciese lo que hiciese la carretera me daba siempre de lado. He ido casi 200 kilómetros escorado por completo, es increíble de veras la fuerza que tiene el viento, casi saco rodilla para poder seguir recto!!!!

Durante el camino me he cruzado con varios ciclistas que estaban haciendo el mismo camino que yo en uno o en otro sentido. Lo curioso es que en la semana que llevo de viaje me he cruzado no con uno ni con dos sino con fácil una treintena de ciclistas. Sinceramente no entiendo cómo han podido elegir tan mal el sitio para venir a montar en bicicleta. Vale que los sitios para ver son chulos, las Torres del Paine, el Perito Moreno… pero las distancias entre uno y otro son enormes y el paisaje es bastante yermo y sobre todo ventoso. Desde luego me quedo con esto comparado al infierno de la Ruta 3 desde Buenos Aires a Usuhaia pero aún así… ¿no hay sitios mejores para ir a montar en bici? De veras que me dan pena.  A medio camino uno que estaba en la cuneta me ha hecho señales para que parase. Se había quedado sin agua y me ha pedido la mía. Era un francés que llevaba además de la bici un carrito. Me he parado un rato a hablar con él, me he sincerado y le he preguntado en qué estaba pensando cuando eligió el destino. Él mismo estaba apesadumbrado y decía que no sabía muy bien porqué. El tipo lleva desde julio montando en bici, según me ha contado antes vivía en Copenague, se bajó en bici hasta Madrid visitando a varios amigos por el camino, luego cogió un avión hasta Montevideo y desde allí hasta Trelew (un poco más abajo de Puerto Madryn) donde decía que había acabado hasta el moño del tedio y del viento y había cogido un avión hasta Ushuaia. Desde allí había venido hasta aquí pero seguía igual de quemado y estaba deseando pasarse a Chile para seguir la Carretera Austral que según parece es preciosa, no hace tanto viento aunque creo que llueve un montón. Yo en concreto prefiero la lluvia al viento, él también. La verdad es que después de hablar con el tipo este, creo que todos con los que me he cruzado deben de tener alguna tara o ser los típicos raritos porque venirse hasta aquí… Qué fuerza de voluntad!!! Después de rajar un buen rato con el francés y de compartir mi chocolate (casi me come la mano cuando le he ofrecido la última onza) he seguido camino hasta el Chaltén.

El Chaltén

Como ya dije antes, este es un pueblo de más o menos reciente creación que empezó siendo el campo base de todos los que suben al Fitz Roy y ahora se ha convertido en una especie de Tarifa alpina (mejor dicho andina) El pueblo tiene cuatro calles pero está lleno de sitios buen rollito, lleno de mochileros y de una especie de perro-flautas alpinos (andinos, perdón, andinos) aunque no faltan los turistas jubilados japoneses. Estoy escribiendo esto desde una especie de café mezcla entre chill-out y refugio de montaña (sólo falta el típico mazaó que se hace ciento siete dominadas agarrado solo de los pulgares) lleno de “locales” con mirada de malote. Mira que con la melena y la barba esta de tres pelos que tengo intento mimetizarme pero no hay manera, me tienen calaó. 


Voy a ver si consigo engañarlos y hablo con alguien, a ver que me cuentan. Esta ha sido la crónica de hoy.

La etapa del día


30 de enero de 2015 Punta Arenas – El Calafate – 659km – 11h

Hoy se me echó el tiempo encima y salí más tarde de lo que quería. La verdad es que el hotel en el que me quedé en Punta Arenas invitaba a quedarse, un sitio muy curioso, muy bien montado, con una arquitectura muy chula… la verdad es que se agradece después de meterte un palizón llegar a un sitio agradable.

El caso es que al final me puse en marcha a eso de las 9:45. Arranqué y me fui a dar una vuelta por Punta Arenas. Como dije ayer, la verdad es que la ciudad no tiene nada pero a mi en concreto me gustó, tiene una especie de aureola de buenos tiempos pasados que a mi me llamó la atención. El día amaneció un poco gris y crucé los dedos a ver si se arreglaba un poco. Después de dar una vuelta por Punta Arenas me puse camino de Puerto Natales que es la entrada natural al parque de las Torres del Paine. Ah, me pareció curiosísimo que cuando paré a echar gasolina en Puerto Natales, en el hilo musical de una gasolinera de mala muerte sonaba la canción de “a fuego lento” de Rosana!!! Increíble, no? Y más increíble es que el gasolinero la estaba cantando!!! Pasé Puerto Natales camino al parque. El día seguía nubladillo aunque tenía pinta de querer abrir. Llegué a la desviación que lleva a la entrada del parque y a lo lejos se veían la torres (o el macizo que realmente da nombre al parque) y curiosamente estaba todo, todo, todo despejado salvo una boina que cubría todo el macizo, manda huevos. La carretera para llegar hasta allí era de ripio y casi me meto más de un guarrazo porque cada dos por tres estaba mirando hacia las torres a ver si abría o no en vez de mirar a la carretera. Si a esto le sumas que hacía un viento del carajo que casi me saca del camino… para matarse. Iba acercándome, la boina seguía aunque poco a poco iba perdiendo consistencia. Ya no sabía a quien enmendarme para ver si por fin abría y podía ver las torres. Llegué a un sitio precioso que es una laguna de un color verde espectacular y al fondo se ven las torres, la base se veía perfectamente pero la cima seguía sin verse. Después de la laguna fui a uno de los miradores donde dicen que mejor se ven las torres, cuando llegué, seguían cubiertas, decidí pues sacar mi comida, “acampar” un buen rato y además de comer, rezar todo lo que sé para ver si finalmente el cielo abría. Por fin se hizo el milagro y las cimas de las torres que quedaron sin nubes. Creo que saqué 470.000 fotos, conmigo, con la moto, sin mí, sin la moto… nerviosito estaba. Además con la claridad tan grande que había no era capaz de ver la pantalla de la cámara para ver si las fotos habían quedado bien o mal, y luego es un engorro ponerme a mirar y a seleccionar las 470.000 fotos que he sacado. Si luego una sale bien diré que fue por casualidad pero… he de confesar que hay todo un “making off” detrás. 



La verdad es que me entró un subidón enorme, por fin empezaba a ver las cosas espectaculares que esperaba ver, mi experiencia de los días anteriores había sido un poco amarga y si encima de venir hasta aquí me sale un día nublado ya es como para cortarse las venas. Estuve un buen rato a los pies de las torres contemplándolas y pensando también lo que hacer. Mi falta de previsión me hizo que no reservase sitio en los albergues que hay en el parque, es pleno verano aquí, temporada alta no, lo siguiente y no había una sola camita para mi. Tenía dos opciones, volverme a Puerto Natales que en el fondo era retroceder o tirar hasta El Calafate. Al final decidí tirar hacia El Calafate. Salí del parque, volví a cruzar la frontera chileno-argentina por enésima vez en estos días y camino de El Calafate.


Frontera Argentino-Chilena

El día se fue arreglando cada vez más y al final se quedó una tarde totalmente despejada y camino del Calafate se veían a lo lejos las Torres, realmente espectacular.

Carretera de ripio, bien!!!!


Algo con lo que sigo alucinando es que fácilmente me he cruzado con 10 ciclistas que estaban yendo en un sentido o en otro por esta zona. Alucino con la fuerza de voluntad que tienen estos tipos. Los que estaban cerca de las Torres o camino del Calafate, vaya, pero los que tenían pinta de tirar hacia Ushuaia… Con lo aburrido que es el camino y con el viento tan asesino que hay. Les ves a todos con sus alforjitas, y piano, piano… hasta dónde lleguen. De veras alucino con esta gente. Curiosamente he visto también hoy a un ciclista que llevaba una bicicleta de montaña con unas ruedas mucho más gordas de lo habitual, diría incluso que eran más gordas que las ruedas de una moto, desde luego que la mía lo eran. El tío iba a un ritmo increíble por el camino de ripio, jamás había visto una bici como esa.

Cuando he llegado al Calafate, el colofón ha sido el hotel en el que me hospedo. Está a tomar por saco del centro pero está en un alto con vista al lago Argentino y es realmente espectacular. Así da gusto viajar.

La etapa del día

viernes, 30 de enero de 2015

29 de enero de 2015 Ushuaia – Punta Arenas – 673km – 12h30

Hoy salí a las 9:00 de la mañana. Mi intención era visitar Ushuaia por la mañana y por la tarde carretera y manta. Primero fui a ver el final de la famosa ruta 3, sí, la ruta pestiño que me he comido todos estos días hasta llegar aquí. Ushuaia no es “el fin del mundo”, es la ciudad que está antes del “fin del mundo”, aún quedan otros 20 kilómetros más de carretera que se adentran en el Parque Nacional de Ushuaia en el que se pueden hacer caminatas y excursiones varias y dónde al final hay un cartel que dice: -hasta aquí has llegado, tira p’al norte anda, tira. Pues hasta allí llegué. Lo malo del turismo masivo es que ya hay gente en todos los sitios. Si Amudsen viviese hoy, cuando hubiese llegado al Polo Sur se hubiese encontrando que había montado un Starbucks lleno de mochileros norteamericanos conectados a internet. A mi me ha pasado lo mismo, el romanticismo de llegar hasta “el fin del mundo” se ha venido abajo cuando he llegado y allí había un grupo de jubilados japoneses, todos ellos con sus camarones, sus gorritos, algunos con sus mascarillas y por supuesto con su guía blandiendo una antenita con una cita roja en la punta para servir de faro y que no se le perdiese ninguno.  He de reconocer que por un momento me he sentido importante pues cuando he llegado han empezado a sacarme fotos como locos y los hombres se acercaban para decirme: - Yamaha, Yamaha… y enseñarme su pulgar en señal de ok. Muy disciplinados ellos, todo hay que decirlo, han seguido las instrucciones de su guía y se han disuelto en cuestión de un minuto. He sacado las fotitos pertinentes, he aparcado la moto y me he ido a dar una vuelta de aproximadamente una hora siguiendo uno de los itinerarios marcados.

Final de la Ruta 3

Después de mi visita fugaz al parque he puesto rumbo a la ciudad de Ushuaia. Allí he estado también un rato, paseando por su calle principal y más comercial (es increíble lo que puede vender el tema de llegar al fin del mundo… de hecho por eso estoy aquí yo también) y finalmente me he ido a sacar las fotos de rigor, esas que luego mandas a todos los amigos diciendo: mira donde estoy!! (mientras tú estás en la oficina)

Y tú mientras en la oficina...


Como ya dije ayer, Ushuaia tiene medio pase, he de reconocer una vez más que estoy mediatizado por el palizón de viaje que me he metido desde Buenos Aires hasta aquí y eso es un hándicap. Hoy me he encontrado con varios motoristas y varios me han comentado que ellos han llegado hasta aquí siguiendo lo que se llama la Ruta 40 que es la carretera que va pegada a la cordillera. Todos me han dicho que la Ruta 3 (la que he hecho yo) es aburridísima y que jamás se les hubiese ocurrido venir por ahí. Vamos, que el único toli de todo Ushuaia he sido yo. Así que como conclusión saco que una vez que estoy aquí puedo decir que he llegado, que lo hice en moto y quizás me sirva para fardar un poco cuando esté en Madrid pero poco más. Si esto lo llega a leer alguna vez algún argentino espero que no se enfade, prometo que estoy siendo lo más sincero posible y esto es lo que siento ahora mismo.

Una vez concluida mi visita a Ushuaia cogí la moto y puse rumbo a Punta Arenas. Cual fue mi sorpresa cuando justo saliendo de la ciudad me encuentro entrando en ella a mi amigo (a saber lo que opinaba él) Morgan. Allí estaba él, sacándose unas fotos. Paré y lo primero que le dije fue que le pedía disculpas por haber tirado ayer y haberle dejado abandonado. Cual fue mi sorpresa cuando me dijo que ni mucho menos tenía que pedirle perdón, que había hecho bien, que yo iba más deprisa, que bla, bla, bla, el caso es que de verás el tipo no estaba nada enfadado y de hecho me dijo que estaba muy contento de haberse cruzado conmigo para tener la oportunidad de despedirse de mi. Estuvimos un buen rato departiendo y la verdad es que he de decir que el tal Morgan este es un tipo genial, no sé cómo son los suecos (tengo un amigo que lo es a medias pero al final es más de Málaga que sueco) pero este era un tipo encantador (a pesar de que lo dejase tirado a la primera de cambio)  Me alegro de veras de haberme cruzado con él.

Camino de la frontera, me crucé con varias personas que me hicieron alucinar. Por un lado vi a un alemán que venía en una Vespa 200 amarilla desde Alaska hasta aquí, no hablé con él sólo me crucé pero me había contado su historia Morgan. Vi también a varios (y no es el primero que me encuentro) que se hacen este viaje en bici. Si a mi se me hacen largas y tediosas estas carreteras no me quiero imaginar en bici lo que tiene que ser. Si el paisaje fuese bonito… y con el viento que hace!!!! Cómo pueden avanzar??? De veras que hay gente admirable. 

Volví a cruzar la frontera de Argentina a Chile. La verdad es que lo tienen bien montado y no tardé más de cinco minutos en cada frontera. En ambas te piden el pasaporte, te lo sellan, luego me piden la documentación de la moto para hacerle una especie de pasaporte y listo. En Chile me han hecho abrir las maletas de la moto a ver que llevo (cosa que es bastante coñazo porque tengo que desarmar todo el tinglado) y listo. Ah, una cosa curiosa. Me paré a comer en un restaurante que hay en el puesto fronterizo argentino. He de decir que la dueña era encantadora y además me sorprendió una cosa y pensé: -pero esto cómo no se le ha ocurrido a nadie antes??? En el restaurante había unas cestitas llenas con los típicos sobres de tomate kétchup, mostaza y mayonesa. Dentro de las cestitas había también una tijeritas para abrir los sobres!!!! Por fin alguien ha pensado algo inteligente, cuantas veces se te ha resistido uno de esos sobres que dicen tiene abre fácil, te has dejado la piñata, te has tragado el trocito de plástico que has arrancado, te has pegado como si fuese Hulk Hogan y finalmente lo has abierto y el kétchup ha acabado más en tu camisa que donde lo querías  poner!!! Esta mujer es una visionaria.

El invento del siglo

Después de la frontera tenía por delante la famosa carretera de ripio en la que casi me estampo ayer una par de veces. Es un misterio sin resolver pero hoy la carretera era como más fácil. No sé si estaba más pisada, no sé si habían pasado una máquina, no se si es que el carril “de vuelta” está en mejor estado que el “de ida” pero hoy ha sido bien distinto. La moto no se me hundía tanto y no he tenido ningún susto de esos que dices: - me mato. También es cierto que hoy he puesto en práctica la práctica (valga la redundancia) de acelerar cuando la cosa se ponía fea. La sensación que decía ayer que cuando la moto coge terreno blando, se hunde y empieza a dar bandazos es incomodísima además de peligrosa. Así que pensé, esto se arregla como se arregla todo en el mundo del enduro, dando gas. Que lo ves chungo, acelera. La verdad es que funciona, es algo antinatural, como en el esquí lo de echarse para adelante cuando el cuerpo te pide que te eches para atrás, pues aquí lo mismo, el cuerpo te pide que frenes pero si aceleras la cosa mejora. Y oye, mano de santo, las veces que ha hecho amago de hacer eso la moto, he acelerado. Y solucionado. Espero que para el futuro siga funcionando porque como no funcione la próxima vez lo que va a pasar es que me voy a meter un leñazo “acelerado”.

Acabó la carretera de ripio y llegué de nuevo al ferry que cruza el estrecho de Magallanes. El ferry tarda una media hora en cruzar, el mar estaba muy tranquilo y ha sido curioso ver a un montón de delfines que nadaban pegados al casco de la barcaza. Al principio cuando los he visto saltar de lejos me ha dado un subidón porque parecían orcas pequeñitas, salían del agua saltando, la piel de estos delfines o como “están pintados” es igual a como lo están las orcas y de veras que pensé: - que suerte, viendo orcas, donde estará la grande??  Al final cuando se acercaron la barco vi que no eran orcas pequeñitas jugando sino un grupo de delfines. Otra sensación curiosa que he tenido es el hecho en si de cruzar el estrecho de Magallanes. Recuerdo en el colegio de haberlo estudiado y estar aquí la verdad es que me ha hecho ilusión.

Por fin después de un largo día he llegado a Punta Arenas. No tiene nada especial pero me sorprende y me pregunto cuando tuvo esplendor esta ciudad porque se ven unos edificios bonitos y unas casas no sé si definir como de estilo inglés o algo así pero que se nota que en su día debió de haber dinero por aquí o algo. No es que la ciudad esté decadente pero ya digo que algunos de sus edificios y algunas de las casas son realmente chulas.


Y esto es lo que ha dado de sí el día hoy, a ver mañana.
Etapa del día

28 de enero de 2015: Río Gallegos – Ushuaia – 590km – 12h30

Salí a las 8 de Río Gallegos, la noche anterior el famoso Morgan me había mandado un wasap para ver si quedábamos y hacíamos la ruta juntos. Quedé con él a la salida de la ciudad (él una vez más había dormido en una gasolinera) y emprendimos el camino hacia la frontera. En aproximadamente una hora llegamos al paso fronterizo argentino-chileno. Estuvimos cerca de una hora y media haciendo los trámites. La verdad es que no pusieron ningún problema, no pidieron ningún papel fuera de lo normal, estaba todo bastante organizado pero el problema es que había aluvión de gente en ese momento y la cola, a pesar de que había abiertas un montón de ventanillas, era larga, larga. Durante la hora y pico que estuvimos esperando, mi amigo Morgan me estuvo contando (y yo a él) cómo había sido el camino de ayer. Le conté que me había caído la del pulpo, que había habido un viento huracanado y él no salía de su sorpresa. Al parecer debió de ir por detrás de mí y cuando llegó a la gasolinera donde yo me pertreché con todos los aperos para la lluvia y emprendí el camino, el se quedó esperando, estuvo algo más de dos horas parado y me contó que después de esperar, cuando aclaró, apenas le llovió y el famoso viento huracanado del que yo le había hablado desapareció. Yo no daba crédito, me estaba diciendo que para él la etapa de ayer fue como pasear con Miss Daisy y yo me había chupado el huracán Mitch y el Monzón juntos, la verdad es que él no dejaba de preguntarse cómo había sido yo tan toli de no esperar a que parase la lluvia. De hecho me dijo que cuando él estaba llegando a la gasolinera de marras me debió ver salir, no me reconoció porque yo llevaba un chubasquero amarillo y cuando vio que alguien salía pensó: alma de cántaro!!! Hay que joderse, duerme en gasolineras mejor que yo, tiene conexión 4G y encima no le llueve ni una gota, alucinante.

Estando en el puesto fronterizo aparecieron dos alemanes, un hombre y una mujer con dos flamantes BMW´s. Si yo no dejo de quejarme del muchísimo equipaje que llevo y no paro de preguntarme cómo puedo tener tantas cosas cuando hice propósito de no traerme nada, estos, además de llevar unos motones con todos los extras que les puedas poner, llevaban unos maletones el doble de la capacidad de las mías, y un par de bolsones detrás que no sé como no iban constantemente en caballito. No les quise preguntar qué era lo que llevaban porque por las pegatinas que llevaban en las maletas de haber estado en África (cosa que luego corroboré) parecían Ewan McGregor y su amigo en el Long Way Round, iban más equipados aún.




Nos soltaron más o menos a los cuatro a la vez de la frontera y fuimos hasta un ferry que cruza el estrecho de Magallanes desde el continente hasta la Isla de Tierra de Fuego (yo me he enterado hoy que era una isla y llevo meses mirando mapas, manda huevos). Una vez en la isla, había una carretera bastante entretenida con bastante curvas y muy bien asfaltada pero lo bueno se acabó y empezó una de las famosas carreteras de ripio (como aquí  lo llaman) Las carreteras de ripio no son más que una especie de pista forestal de tierra, algo más ancha y bastante cuidada donde si la cosa no está mal, se puede ir a 70-80 sin problemas.



Habrá quien diga que ellos han ido a 100 o más, perfecto, si se han querido dejar la piñata en la carretera de ripio fenomenal pero yo por crecerme más de la cuenta (y he ido como la super-abuela) casi me meto dos galletones que no me hubiesen hecho nada de gracia. Podría achacarlo a mi falta de pericia pero sin llegar a ser Marc Coma tengo unas cuantas horas de moto de enduro en el cuerpo y sinceramente estas motos (al menos la mía) a pesar del look endurero o todo terreno, son motos de carretera pura y cuando las metes en un camino… No sé si son las ruedas (llevo las ruedas de serie) no sé si es la suspensión, no sé si es el peso de la moto pero ha habido dos veces que no me he leñado porque Dios no ha querido. En cuanto la moto pasa por un sitio de tierra blanda, se hunde de delante, empieza a dar bandazos (imagino que por el peso y la inercia que tiene) y creo que las he salvado porque tengo las patas largas y porque hoy era mi día. Además, con el peso de las maletas y de la bolsa que llevo detrás, me da la sensación que la suspensión hace tope o casi constantemente y eso me duele hasta a mi. He probado a ir de pie y ni con esas, cierto es que se iba algo mejor pero la postura es incomodísima. No debo de ser el único que ha experimentado eso hoy porque me he encontrado por delante a un grupo de tres motoristas venezolanos y uno estaba en el suelo y me ha dicho que le ha pasado justo lo mismo que he experimentado yo. Llevaban BMW´s grandonas luego me da que no es la moto. Al final me he calmado, he ido más despacito y los 100 kilómetros de pista que me he comido han sido un verdadero infierno. He de decir que lo bueno de que la cosa se ponga complicada (llueva, haga viento, vayas por una pista) al menos hace que estés entretenido porque hoy, de los 500 y pico kilómetros que he hecho, 400 han sido una vez más un verdadero tostón. No me canso de decirlo pero el paisaje desde Buenos Aires hasta aquí es terriblemente aburrido, insoportable.

La carretera de ripio además de haber podido dar con mis huesos en el suelo ha tenido otra consecuencia y es que creo que mi hasta hoy amigo Morgan me da a mi que se ha enfadado conmigo. Cuando hemos empezado el camino, él iba delante e iba a no sé si a 2km/h o a 3. Iba a esa velocidad en la que te comes todo el relieve de la pista y se convierte en un traqueteo insoportable. Los primeros kilómetros he tenido paciencia y me he quedado detrás pero cuando he visto una señal que decía que quedaban 110km hasta la frontera (dos cosas, primero para ir de Río Gallegos a Ushuaia se tiene que cruzar la frontera dos veces, primero se entra en Chile, se hace un tramo allí y luego se vuelve a entrar en Argentina y segundo, el tramo de ripio va hasta el puesto fronterizo) he pensado: - a este ritmo me corto las venas. Le he pasado, no es que me haya puesto a correr y se ha ido quedando atrás, quedando atrás hasta que lo he perdido. Cuando he llegado a la frontera he esperado unos 20 minutos y como no venía he dicho: -que le den… y he seguido. Quedaban aún 300 kilómetros por delante, eran ya las cinco de la tarde y yo estaba ya hasta el moño de moto. El caso es que cuando he llegado a Ushuaia, le he mandado un wasapito diciéndole que ya había llegado y qué tal le ha ido a él y no me ha contestado y sé de buena tinta que lo ha leído, porque he visto el doble check. Así que me da a mi que un amigo menos, joder, soy un asocial. En el fondo he de reconocer que me siento un poco mal, debía de haber esperado, debía de haber parado y haberle dicho algo, tipo que tiraba, que no… y no he hecho nada de eso, en mi línea habitual me he despedido a la francesa sin decir ni pio. Sé que está mal, probablemente le acabaré escribiendo un mensajito pidiéndole disculpas pero el mal está ya hecho… perdóname Morgan.


Una vez pasada la frontera Argentina como he dicho antes quedaban unos 300 kilómetros hasta Ushuaia. Me he pasado todo el camino pensando: - y realmente va a merecer la pena tanto Ushuaia como para haberme metido cuatro días de moto infumables, mega infumables? Como consuelo puedo decir que camino de Ushuaia encontré mi lugar.

En una señal!!!

Al final voy a decir que Ushuaia mola un montón para justificar mi cagada? Pues la verdad es la siguiente, hay que reconocer que los últimos 100 kilómetros hasta aquí son bonitos. Hay montañas, arboles, lagos… la carretera por fin tiene curvas!!!

Lago Escondido

Es bonito pero me esperaba algo más, sobre todo por el “nombre” que tiene Ushuaia. La ciudad la verdad es que bonita, bonita tampoco es, está en mi opinión mega explotada con el pretexto de que es la ciudad más austral del mundo y todo eso y sinceramente por lo que he visto… Como consuelo me queda decir que he llegado, como se dice por ahí lo puedo “tachar” de mi lista. Ya estoy aquí, nada puedo cambiar pero creo que sabiendo lo que sé, si volviese a hacer un viaje de este estilo esta etapa me la ahorraría. Probablemente si me oyese un argentino o si el responsable del consorcio de promoción turística de Ushuaia alguna vez leyese esto me mataría pero… es lo que pienso. Si te traen en un avión hasta aquí, perfecto, pero hacerte 3.000 kilómetros en moto para verlo, definitivamente no. Sé que habrá quién discrepe de esto pero probablemente esté influido por el tedio que me he comido los últimos días y eso influya bastante en mi percepción. Aún así me conformaré con decir, como me ha dicho el tipo de la aduana, que he llegado al fin del mundo en moto (también llegué una vez en mi Ford Fiesta 1.1C hasta Finisterre y no le di nunca tanto bombo, tendré que empezar)

Etapa del día