Hoy
salí a las 9:00 de la mañana. Mi intención era visitar Ushuaia por la mañana y
por la tarde carretera y manta. Primero fui a ver el final de la famosa ruta 3,
sí, la ruta pestiño que me he comido todos estos días hasta llegar aquí.
Ushuaia no es “el fin del mundo”, es la ciudad que está antes del “fin del
mundo”, aún quedan otros 20 kilómetros más de carretera que se adentran en el
Parque Nacional de Ushuaia en el que se pueden hacer caminatas y excursiones
varias y dónde al final hay un cartel que dice: -hasta aquí has llegado, tira
p’al norte anda, tira. Pues hasta allí llegué. Lo malo del turismo masivo es
que ya hay gente en todos los sitios. Si Amudsen viviese hoy, cuando hubiese
llegado al Polo Sur se hubiese encontrando que había montado un Starbucks lleno
de mochileros norteamericanos conectados a internet. A mi me ha pasado lo
mismo, el romanticismo de llegar hasta “el fin del mundo” se ha venido abajo
cuando he llegado y allí había un grupo de jubilados japoneses, todos ellos con
sus camarones, sus gorritos, algunos con sus mascarillas y por supuesto con su
guía blandiendo una antenita con una cita roja en la punta para servir de faro
y que no se le perdiese ninguno. He de
reconocer que por un momento me he sentido importante pues cuando he llegado
han empezado a sacarme fotos como locos y los hombres se acercaban para
decirme: - Yamaha, Yamaha… y enseñarme su pulgar en señal de ok. Muy
disciplinados ellos, todo hay que decirlo, han seguido las instrucciones de su
guía y se han disuelto en cuestión de un minuto. He sacado las fotitos
pertinentes, he aparcado la moto y me he ido a dar una vuelta de
aproximadamente una hora siguiendo uno de los itinerarios marcados.
Final de la Ruta 3 |
Después de
mi visita fugaz al parque he puesto rumbo a la ciudad de Ushuaia. Allí he
estado también un rato, paseando por su calle principal y más comercial (es
increíble lo que puede vender el tema de llegar al fin del mundo… de hecho por
eso estoy aquí yo también) y finalmente me he ido a sacar las fotos de rigor,
esas que luego mandas a todos los amigos diciendo: mira donde estoy!! (mientras
tú estás en la oficina)
Como ya dije ayer, Ushuaia tiene medio pase, he de
reconocer una vez más que estoy mediatizado por el palizón de viaje que me he
metido desde Buenos Aires hasta aquí y eso es un hándicap. Hoy me he encontrado con
varios motoristas y varios me han comentado que ellos han llegado hasta aquí
siguiendo lo que se llama la Ruta 40 que es la carretera que va pegada a la
cordillera. Todos me han dicho que la Ruta 3 (la que he hecho yo) es
aburridísima y que jamás se les hubiese ocurrido venir por ahí. Vamos, que el
único toli de todo Ushuaia he sido yo. Así que como conclusión saco que una vez
que estoy aquí puedo decir que he llegado, que lo hice en moto y quizás me
sirva para fardar un poco cuando esté en Madrid pero poco más. Si esto lo llega
a leer alguna vez algún argentino espero que no se enfade, prometo que estoy
siendo lo más sincero posible y esto es lo que siento ahora mismo.
Una
vez concluida mi visita a Ushuaia cogí la moto y puse rumbo a Punta Arenas.
Cual fue mi sorpresa cuando justo saliendo de la ciudad me
encuentro entrando en ella a mi amigo (a saber lo que opinaba él) Morgan. Allí
estaba él, sacándose unas fotos. Paré y lo primero que le dije fue que le pedía
disculpas por haber tirado ayer y haberle dejado abandonado. Cual fue mi
sorpresa cuando me dijo que ni mucho menos tenía que pedirle perdón, que había
hecho bien, que yo iba más deprisa, que bla, bla, bla, el caso es que de verás
el tipo no estaba nada enfadado y de hecho me dijo que estaba muy contento de
haberse cruzado conmigo para tener la oportunidad de despedirse de mi.
Estuvimos un buen rato departiendo y la verdad es que he de decir que el tal
Morgan este es un tipo genial, no sé cómo son los suecos (tengo un amigo que lo
es a medias pero al final es más de Málaga que sueco) pero este era un tipo
encantador (a pesar de que lo dejase tirado a la primera de cambio) Me alegro de veras de haberme cruzado con él.
Camino
de la frontera, me crucé con varias personas que me hicieron alucinar. Por un
lado vi a un alemán que venía en una Vespa 200 amarilla desde Alaska hasta
aquí, no hablé con él sólo me crucé pero me había contado su historia Morgan.
Vi también a varios (y no es el primero que me encuentro) que se hacen este
viaje en bici. Si a mi se me hacen largas y tediosas estas carreteras no me
quiero imaginar en bici lo que tiene que ser. Si el paisaje fuese bonito… y con
el viento que hace!!!! Cómo pueden avanzar??? De veras que hay gente
admirable.
Volví
a cruzar la frontera de Argentina a Chile. La verdad es que lo tienen bien
montado y no tardé más de cinco minutos en cada frontera. En ambas te piden el
pasaporte, te lo sellan, luego me piden la documentación de la moto para
hacerle una especie de pasaporte y listo. En Chile me han hecho abrir las
maletas de la moto a ver que llevo (cosa que es bastante coñazo porque tengo
que desarmar todo el tinglado) y listo. Ah, una cosa curiosa. Me paré a comer en
un restaurante que hay en el puesto fronterizo argentino. He de decir que la
dueña era encantadora y además me sorprendió una cosa y pensé: -pero esto cómo
no se le ha ocurrido a nadie antes??? En el restaurante había unas cestitas
llenas con los típicos sobres de tomate kétchup, mostaza y mayonesa. Dentro de
las cestitas había también una tijeritas para abrir los sobres!!!! Por fin
alguien ha pensado algo inteligente, cuantas veces se te ha resistido uno de
esos sobres que dicen tiene abre fácil, te has dejado la piñata, te has tragado
el trocito de plástico que has arrancado, te has pegado como si fuese Hulk
Hogan y finalmente lo has abierto y el kétchup ha acabado más en tu camisa que
donde lo querías poner!!! Esta mujer es
una visionaria.
Después de la frontera tenía por delante la famosa carretera de ripio en la que casi me estampo ayer una par de veces. Es un misterio sin resolver pero hoy la carretera era como más fácil. No sé si estaba más pisada, no sé si habían pasado una máquina, no se si es que el carril “de vuelta” está en mejor estado que el “de ida” pero hoy ha sido bien distinto. La moto no se me hundía tanto y no he tenido ningún susto de esos que dices: - me mato. También es cierto que hoy he puesto en práctica la práctica (valga la redundancia) de acelerar cuando la cosa se ponía fea. La sensación que decía ayer que cuando la moto coge terreno blando, se hunde y empieza a dar bandazos es incomodísima además de peligrosa. Así que pensé, esto se arregla como se arregla todo en el mundo del enduro, dando gas. Que lo ves chungo, acelera. La verdad es que funciona, es algo antinatural, como en el esquí lo de echarse para adelante cuando el cuerpo te pide que te eches para atrás, pues aquí lo mismo, el cuerpo te pide que frenes pero si aceleras la cosa mejora. Y oye, mano de santo, las veces que ha hecho amago de hacer eso la moto, he acelerado. Y solucionado. Espero que para el futuro siga funcionando porque como no funcione la próxima vez lo que va a pasar es que me voy a meter un leñazo “acelerado”.
El invento del siglo |
Después de la frontera tenía por delante la famosa carretera de ripio en la que casi me estampo ayer una par de veces. Es un misterio sin resolver pero hoy la carretera era como más fácil. No sé si estaba más pisada, no sé si habían pasado una máquina, no se si es que el carril “de vuelta” está en mejor estado que el “de ida” pero hoy ha sido bien distinto. La moto no se me hundía tanto y no he tenido ningún susto de esos que dices: - me mato. También es cierto que hoy he puesto en práctica la práctica (valga la redundancia) de acelerar cuando la cosa se ponía fea. La sensación que decía ayer que cuando la moto coge terreno blando, se hunde y empieza a dar bandazos es incomodísima además de peligrosa. Así que pensé, esto se arregla como se arregla todo en el mundo del enduro, dando gas. Que lo ves chungo, acelera. La verdad es que funciona, es algo antinatural, como en el esquí lo de echarse para adelante cuando el cuerpo te pide que te eches para atrás, pues aquí lo mismo, el cuerpo te pide que frenes pero si aceleras la cosa mejora. Y oye, mano de santo, las veces que ha hecho amago de hacer eso la moto, he acelerado. Y solucionado. Espero que para el futuro siga funcionando porque como no funcione la próxima vez lo que va a pasar es que me voy a meter un leñazo “acelerado”.
Acabó
la carretera de ripio y llegué de nuevo al ferry que cruza el estrecho de
Magallanes. El ferry tarda una media hora en cruzar, el mar estaba muy
tranquilo y ha sido curioso ver a un montón de delfines que nadaban pegados al
casco de la barcaza. Al principio cuando los he visto saltar de lejos me ha
dado un subidón porque parecían orcas pequeñitas, salían del agua saltando, la
piel de estos delfines o como “están pintados” es igual a como lo están las
orcas y de veras que pensé: - que suerte, viendo orcas, donde estará la
grande?? Al final cuando se acercaron la
barco vi que no eran orcas pequeñitas jugando sino un grupo de delfines. Otra
sensación curiosa que he tenido es el hecho en si de cruzar el estrecho de
Magallanes. Recuerdo en el colegio de haberlo estudiado y estar aquí la verdad
es que me ha hecho ilusión.
Por
fin después de un largo día he llegado a Punta Arenas. No tiene nada especial
pero me sorprende y me pregunto cuando tuvo esplendor esta ciudad porque se ven
unos edificios bonitos y unas casas no sé si definir como de estilo inglés o algo así pero
que se nota que en su día debió de haber dinero por aquí o algo. No es que la
ciudad esté decadente pero ya digo que algunos de sus edificios y algunas de
las casas son realmente chulas.
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