Qué
daño nos ha hecho la CNN, las películas de Hollywood, internet y en general los
medios de comunicación. Está mañana cuando estaba desayunando he recibido un
wasapito de mi padre en el que me ponía: - Ojo con Honduras, pone en internet
que es el país más peligroso y corrupto. Acto seguido recibo otro que pone: -
Terrible lo que ponen de Honduras!! Después de leer eso se me atragantó hasta
el Cola Cao!!! Haciéndome el chulito, pensé: - Ya está mi padre con sus
chorradas… Aún así, este tipo de mensajes, calan y más si justo ese día tienes
que entrar en Honduras. Si encima, las personas que conoces que te han hablado
de Honduras, te han dicho que ni se te ocurra pasar por San Pedro Sula, que
esto, que lo otro… empiezas a notar que el cuello de la camiseta te va un poco
justo.
Probablemente
hoy haya sido el día de este viaje que más “sucesos” me hayan ocurrido, pero
iré por partes. Salí con la fresca de León pues después de tanta advertencia no
quise hacerme el listillo, pasar más tiempo de la cuenta en Honduras, y que me
pasase algo.
Ya estaba viendo a mi padre decirme: -ya te lo dije yo, pero como
nunca me haces ni caso… Mi destino de hoy era Copán Ruinas, un pueblo hondureño
que está a 15 kilómetros de la frontera con Guatemala. Me tenía que cruzar
Honduras de cabo a rabo y la tiradita que me quedaba era buena. Llegué a la
frontera entre Nicaragua y Honduras sin problemas, carretera más o menos buena,
y antes de entrar en Honduras paré a echar gasolina pues estaba mentalizado en
parar en Honduras lo mínimo posible. Los trámites de la frontera nicaragüense
fueron sencillos, a parte de las colas correspondientes, el sellado de
pasaporte, con el correspondiente pago de tasa de salida de 2$ (odio las tasas
de salida!!!) y la posterior entrega del papel de la importación temporal fue
cuestión de 20 minutos.
La
frontera hondureña tuvo su miga. En primer lugar yo tenía mis temores de que no me dejasen entrar.
Frontera hondureña |
Había leído en la página oficial de la embajada de
Honduras que para aquellas personas que habían estado en ciertos países de
Sudamérica y Centroamérica, era obligatorio estar vacunado de la fiebre
amarilla. Además ponía bien claro que la entrada sería autorizada diez días
después de haberse vacunado. Aunque me vacuné en Panamá, hacía de eso sólo
cinco días y no las tenía todas conmigo. Aunque la noche anterior me había
estado mentalizando de que eso podía pasar, un roto de cinco días parado en
Nicaragua me hubiese hecho bastante daño. Ya tenía la estrategia para actuar en
caso de que me dijesen algo, el soborno correspondiente, el teatrillo a montar,
etc.
Justo el cartel que necesitaba ver |
En el caso de que ni con esas me dejasen pasar, ya había pensado un plan
alternativo nicaragüense para pasar los días hasta que pudiese cruzar. Una vez
aclarado esto, dejé Nicaragua para llegar a Honduras. Al igual que en Nicaragua
se me acercaron un par de niños para decirme que me guardaban la moto, etc. en
Honduras, me apareció un ejercito de personajes ofreciéndome cambio, ayuda,
cuidado de la moto, dulces varios… Me escabullí de casi todos salvo uno que se
puso más pesadito de lo normal. Me desembaracé finalmente de él, fui a la
oficina de sellado de pasaportes, hice la cola correspondiente y cuando me tocó
mi turno estaba más nervioso que el de “expreso de medianoche”. Hice un par de
chascarrillos con el agente de inmigración, y estaba esperando el momento en el
que me dijesen: -acción!!!, para empezar mi actuación. No llegó ese momento,
miró el pasaporte, me pidió que pusiese las huellas dactilares en una máquina,
foto, pago de tasa de entrada de 3$ y sello al canto. Asunto arreglado!!! Después de conseguir el
sello en el pasaporte me entró tal relajación que casi me desmayo.
Solucionado
eso, a por el papel de importación temporal. Según salí de la oficina de los
pasaportes, mi pesadito favorito, con su
camiseta de Ferrari y su cadena de oro al cuello, volvió a la carga. Que si me
ayudaba con la importación, que el me solucionaba los papeles, que él me cuidaba
la moto… Otra vez que le dije que no setenta veces y a la oficina de la aduana
que me fui. Allí me llevé la grata sorpresa de que para importar la moto en
Honduras hay que pagar 35$ por no sé qué gestión. Puse el grito en el cielo,
dije que era el único país dónde tenía que pagarlo, bla, bla, bla, pero me tocó
soltar la pasta. En descargo de Honduras, o al menos de su personal, he de
decir que el funcionario de aduanas fue encantador y hasta él mismo me confesó
que le parecía un robo y que de veras sentía tener que cobrarme esa cantidad.
Me hizo los papeles y cuando estaba a punto de dármelos, me pidió una fotocopia
del pasaporte. Las fotocopias las tenía en la moto, y a por ellas que me fui.
Cuando me estaba acercando a la moto, otra vez mi amigo volvió a la carga
diciéndome que si me ayudaba en esto, en lo otro, marihuana, dinero… Le mandé
por enésima vez al carajo, cogí las fotocopias y vuelta a la aduana otra vez. Cuando
llegué, el funcionario me dijo que ya no hacía falta, que la había hecho él, me
dio el papel y despachado. Acabaron pues los trámites hondureños, no sin haber
pasado una hora y pico haciendo colas. Cuando salía hacia donde estaba la moto,
a lo lejos avisté a mi amigo de Ferrari pegado a la moto. Cuando ya tuve una
visión clara de lo que estaba haciendo, me di cuenta de que el muy mamón estaba
intentando desenroscar el espejo retrovisor izquierdo de “Maletitas”. Entré en
cortocircuito, me acerqué con sigilo y le aticé un pescozón. Bueno, confieso,
fueron dos, pero el segundo no le pillé como me hubiese gustado. El ladrón de
espejos salió trastabillado de los pescozones, dando alaridos como si le
hubiese matado y echó a correr por el aparcamiento. Me acordé de todos sus
familiares hasta remontarme a Serpiente Enrollada. Cuando estuvo a una
distancia prudencial, se dio la vuelta y empezó a soltar bravuconadas. Calentito
estaba yo, hice amago por salir detrás él y me seguí acordando de sus
antepasados. Atornillé el espejo que casi había conseguido destornillar y él,
mientras, seguía insultándome y haciendo gestitos con las manos. Los gestos
consistían en poner las manos juntas, encoger unos cuantos dedos, hacer
corazones.. eran como los saludos de los boy-scouts… para concluir haciendo que
tenía un par de pistolas y me disparaba varias veces. A esos gestitos le
respondí con unos cuantos gritos diciéndole que le iba a meter los deditos por
dónde te puedes imaginar y que menos pistolitas y más huevos para venir a que
le arreglase la piñata. En una de estas, cuando mi ira me dejó pensar por un
momento, me vino a la cabeza un reportaje de Informe Semanal sobre “las maras”
y entonces me hice la gran pregunta: - las maras son salvadoreñas u
hondureñas??? Esa pregunta me hizo cambiar mi estado de animo y pensé: -ay la
virgen que le acabo de atizar dos guantazos al cuñado del “Culebra”, el jefe de
la mara Salvatrucha!!! En ese momento pensé: - Álvaro, ahora no te puedes echar
atrás, sigue ladrando pero pírate ya!!! Seguí acordándome de los muertos del
“marerito” a la vez que me pertrechaba a la velocidad de la luz, me
abroché la chaqueta, me puse los tapones,
el casco, los guantes y monté en la moto como los de las 24h de Le Mans. Salí
de la frontera haciendo caballito y por supuesto haciéndole un signo de
cuernecitos a mi “marero”.
La
sugestión es muy mala y empecé a hacerme una película que ni Spielberg. Empecé
a pensar que mi amigo iba a empezar a llamar a los colegas y estos me iba a
estar esperando más adelante. Empecé a pensar que efectivamente mi marero era
un marero de pro pues recordé que en Informe Semanal salían un montón de
mareritos macarritas haciendo lo de los signos con las manos. De repente empecé
a echar cuentas de los tatuajes que tenía en los brazos… Me acordé del
documental y en él, contaban que los mareros súper malvados se tatuaban
lágrimas en función del número de personas que habían matado. Yo empecé a echar
cuentas del número de lágrimas tatuadas que le había visto en la cara y al
final llegué a la conclusión de que tenía más lágrimas que un capitulo de
Candy, Candy.
En
mi huida acelerada a lo Valentino Rossi, hay que decir que el estado de las
carreteras no ayudaba mucho. Me habían advertido de que las carreteras
hondureñas estaban hechas polvo, incluso un par de lugareños con los que hablé
en la frontera me lo corroboraron. No se equivocaban, el tramo que unía la
frontera con un pueblo llamado Choluteca estaba realmente mal, había unos
baches que no eran baches, eran el cráter del Ngorongoro.
Bache hondureño |
Además ese tramo de
carretera en concreto fue como las pruebas esas que te ponen cuando te vas a
sacar el carnet de conducir, todo eran obstáculos. Por un lado estaban los
baches, por otro estaban los coches y camiones que invadían tu carril para
esquivar los baches que encontraban en el suyo, niños cruzando, animales… un
infierno.
Pasaron
un par de kilómetros, no había moros en la costa y cuando justo empecé a
relajarme de repente me encontré con un tipo en medio de la carretera
haciéndome señas para que parara. En ese momento pensé: -coño, que el marero me
ha montado un retén!!!! El tipo en cuestión seguía en medio de la carretera, le
pité un par de veces, le di ráfagas y él erre que erre que no se movía. En la
mano tenía una especie de azada, seguí pitando, el tipo en medio gesticulando,
yo cada vez más cerca… cuando ya tenía al tipo casi encima, aceleré, metí la
cabeza detrás de la cupulilla que tiene la moto, cogí el manillar con fuerza,
cerré los ojos y pensé: - a tomar por saco, tú no paras!!! Cuando según mis
cálculos debía haberle pasado por encima, ni oí nada, ni sentí nada… no lo
entiendo, el tío estaba encima y o hizo como Mortadelo que dejó los zapatos en
la carretera y él puso pies en polvorosa o no entiendo como ni siquiera le rocé.
Cuando miré para atrás, el tipo seguía en el mismo sitio haciendo aspavientos y
en mi opinión farfullando cosas nada buenas. Cuando volví la mirada de nuevo al
frente vi que había otro tipo en medio de la carretera. En ese momento pensé: -
coño!!! refuerzos!!! Esta vez el tipo tenía como una especie rastrillo en las
manos y si el otro estaba en medio de la carretera, este estaba en el lateral.
En ese momento pensé que estaba ahí porque había visto que casi muere
atropellado “Mortadelo” y este, más conservador, se anduvo con ojo. A medida
que me acercaba, me hacía gestos pero cuando pasé a su lado, me dio el alto
de lejos, a lo Curro Romero, toreando
con el pico. Por supuesto, no paré y
cuando miré para atrás, vi que “Curro” seguía haciéndome gestos. No daba crédito
pensando en la que me había metido por haberle dado un pescozón en la colleja
al marero de las pelotas. Cuando de nuevo volví a mirar para adelante, me
encontré con un tercero, esta vez era un niño y es ese momento pensé: -
joder!!! ahora me mandan a la caballería!!! Pero si es el puto Zé Pequenho!!!!
El chaval en cuanto me vio empezó a gesticular, pero más que darme el alto
parecía que me estaba saludando. Estaba en el otro carril, no hizo por ponerse
en medio y cuando pasé me saludó con la manita. En ese momento me fijé que el
niño llevaba puesto una especie de chaleco reflectante, cosa que también me
había fijado que llevaba el segundo y en ese momento me dije: -joder con los mareros,
que malos son pero cumplen con las leyes de seguridad e higiene en el
trabajo!!! A los pocos kilómetros me volví a encontrar con un grupo de personas
que estaba en medio de la carretera pero esta vez, en vez de prestarme atención, parecía que estaban arreglando los baches que había en la carretera. Todos
llevaban sus chalecos, y cuando estaba a punto de llegar al último de ellos, un
coche que estaba delante mío, paró y le dio creo que unas monedas. Cuándo más
tarde paré a preguntar por dónde tenía que ir a Tegucigalpa, pregunté también
sobre los tipos que arreglaban las carreteras y me acabaron explicando que más
o menos son unos “carreteros freelance” que arreglan las carreteras de forma
voluntaria y los que pasan por allí les dan la voluntad. Acabó así pues mi
preocupación de haber puesto en mi contra a toda la mara Salvatrucha.
Seguí
mi camino pues me quedaba una tirada larga, larga y llegué a Tegucigalpa. Como
pequeña anécdota tengo que decir que aquí ni Dios llama a Tegucigalpa, por su
nombre. En Honduras, Tegucigalpa es “Tegus”.
Bienvenido a Tegus!! |
Saliendo pues de Tegus tuve el
primer incidente con animales del día. Habiendo cogido la autopista que une
Tegucigalpa con San Pedro Sula, a pesar de que creo que es la mejor autopista
que he visto en todo lo que llevo recorrido de América, es inevitable que un
perro entre en ella. Vi al perro de lejos, le pité, pues intuía que tenía ganas
de cruzar, después de pitarle parece que se dio por aludido pero justo unos
metros antes de estar a su altura, se puso a cruzar. Frenazo maligno que tuve
que dar, pitada a saco, perro dubitativo, yo también… y una vez más sin saber
explicar cómo, pasé al lado del perro sin tocarle un pelo. No lo entiendo, aceleró, frenó, me hizo un recorte a lo forçado, el caso es que el perro salió vivo.
Seguí
mi camino después de haber cuasi atropellado a “Panchi” cuando pensé: - ¿Qué
más te puede pasar hoy? Muchas cosas… Para empezar, como apenas me habían
dicho que Honduras era peligrosísima a la vez que el país más corrupto del
planeta, la policía hondureña no me paró una, ni dos sino tres veces. Como ya
estaba sugestionado, me puse en lo peor, me vi encañonado y pidiendo rescate a
mis padres por video conferencia. Cuando me pararon pensé: - Por qué demonios
no has hecho caso a tu padre?? Parada de control, petición de papeles,
preguntas técnicas tipo: - de dónde viene, a dónde va… todo correcto, continúe.
La segunda parada, calco de la primera y la tercera, más de los mismo pero con
mensaje paternalista final: -tenga cuidado con los baches.
Me
advirtieron de los baches pero no me advirtieron de los obstáculos en la
carretera. Estaba cayendo ya la tarde, tenía el sol de frente, la verdad es que
se veía un poco mal, y a pesar de no ir muy deprisa, a la salida de una curva,
en el carril contario me pareció ver una sombra. Entre que reaccioné, frené un
poco, enfoqué y asimilé, finalmente vi que se trataba de una bandada de pterosaurios que
se estaban comiendo un caballo atropellado. Y cuando digo bandada de
pterosaurios es que lo eran. Un cóndor al lado del tamaño de esos pájaros es un
ruiseñor, no sé cómo les llaman por aquí pero son enormes. El caso es que entre
el ruido de la moto, mi presencia y la marabunta que había allí, unos cuantos
hicieron por echarse a volar, eligieron mi trayectoria, dos se salvaron por los
pelos pero a uno le aticé de lleno con la rueda delantera y luego le pasé por
encima. Descansa en paz “plumitas”.
En
lo relativo a Honduras, pues si no digo nada luego mis amigos dicen que no
cuento más que chorradas, he de decir que lo que he visto me ha gustado. El sur
de Honduras es un puro secarral y al menos a la vista, mucho más pobre que el
norte. El interior en cambio, es mucho más verde y se ve bastante mejor que el
sur. Pasé por una zona conocida como Santa Bárbara y yo lo vi bien.
La
gente a la que pregunté fue muy amable conmigo, y respecto al tema de la
seguridad… cierto es que es habitual ver en las gasolineras y en alguna tienda
a guardas con fusiles, pero fuera de ahí, yo no he notado que nadie me mirase con
ojos malvados o pérfidos.
Muy
a mi pesar, debido a la longitud de la etapa se me hizo de noche. Lo malo de
conducir por la noche es lo de siempre, que si te pasa algo a ver cómo sales de
esa. También es fastidiado porque si de por sí hay pocas señales en la
carretera, de noche ya no ves ni una y tienes que conducir a estima. Crees que
es por ahí y esperas que tu corazonada sea buena. Además, si pusiesen señales
con el nombre de los pueblos, ayudaría, pero aquí eso no se estila. Esta vez
estuve acertado, cuando tuve dudas asesinas pregunté, me las resolvieron y
después de 12h llegué por fin a Copán Ruinas.
Como
recompensa llegué a un hostal muy acogedor, dónde la dueña me trató como a su
propio hijo, me instalé, me duché y a cenar que me fui. El pueblo estaba en
fiestas y había un ambientillo muy apañado. Harto de los fracasos de
tripadvisor y foursquares, decidí esta vez “ir local” así que me senté en uno
de los puestos callejeros en los que estaban cocinando cosas diversas. Me pedí
unas carnitas (lo que nosotros llamamos barbacoa de panceta de cerdo y chorizo)
y allí que me quedé.
Como
estaba seco pedí una cerveza, la chica del puesto me dijo que no tenía pero que
podía comprarla en la bodega que estaba justo en frente. Allí que fui, cerveza
de litro que compré, y 60 lempiras (moneda hondureña) que me cobraron. Me quedé
un poco mosca porque el tipo que me la vendió tenía un cuadernito dónde
apuntaba todo lo que vendía y dónde ponía: -cerveza de litro, 40 lempiras.
Cuando le exigí una aclaración me dijo que los 20 de más era por el casco.
Cuando lo trajese me las devolvería. Cené, me acabé la cerveza y cuando fui a
devolver el casco, me soltó 10 lempiras. No sé si por la tensión del día,
porque ya estaba cansadito o por que empiezo a estar harto de que piensen que
los extranjeros tenemos un árbol en casa en el que crece el dinero, ese detalle
me tocó un poco las pelotas. Cuando le pedí explicaciones me dijo que sólo me
daba 10, le dije que si pensaba que yo era tonto, que había leído bien claro que
costaba 40 y que me diese los 10 que faltaban. Se hizo el remolón pero al final
me soltó la pasta. Hizo un comentario jocosete con el vecino, lo cual me volvió
a tocar las pelotas y he de reconocer que ahí me perdí. Escribo esto con cierto
pudor pero lo hago para ver si así en el futuro me avergüenzo y no lo vuelvo a
hacer. Tengo un pequeño problema, o quizás complejo infantil no solucionado, pero
me molesta muchísimo que me tomen por tonto. Será que soy Forrest Gump, pero que
me lo digan es superior a mis fuerzas. El caso es que al igual que en otras
ocasiones he escrito que di unos cuantos gritos en tal o tal frontera, he de reconocer
que escribo eso para darle un cierto color al relato. En esta ocasión, los
gritos fueron gritos de verdad. Empecé a decirle al que me había vendido la
cerveza si pensaba que todos los guiris éramos tontos, que esto, lo otro y ya
en mi estallido total, le agarré una gorra de beisbol que llevaba en la cabeza
y se la tiré a tomar por saco. Sé que no está bien, pero lo hice. Cuando me
dirigía a abandonar el local, uno de los que andaba por allí con el pelo
engominado, se dirigió a mi de una forma no muy afortunada y para no entrar en
más detalles diré que se tuvo que volver a casa a ponerse más gomina. El resto
de los que allí había, cerraron el pico, debieron pensar: -madre mía la que ha
montado el español este por 10 lempiras!!!!! y para mi hostal que me fui. Sé que esto no está
bien pero es lo que sucedió.
Alvaro, be water!!
ResponderEliminarLo intento, te lo juro pero a veces...
EliminarJajjaja, no serás el famoso "puñitos", de la Cofradía del Idem. En Méjico ya saben que llega el gallego cabreao!
ResponderEliminarOtro anónimo.
Creo que no!!! De todas formas he de decir a mi favor que igual que me encabrono muy deprisa cuando lo hago, también se me pasa en seguida, así que espero que para cuando llegue a Mexico estaré más relajado. Además, los mexicanos, al menos los que conozco, no son tocapelotas
ResponderEliminarHola Álvaro. perdona que no haya podido escribir antes, aunque sí haya leído tu crónica. He de decir que nos hemos reído mucho en la forma de expresarlo, pero, ojo..que ya nos imaginamos que las habrás pasado canutas en muchos momentos. No son países fáciles por los que pasas, en muchos sentidos. Para empezar, por lo fácil, esas carreteras, que efectivamente son del tercer mundo, porque eso no son baches, son cráteres lunares. Ahí puedes jugártela pero bien, un llantazo...o irte al suelo....más luego la gente que hay por ahí, que a saber por donde van a salir. Fíjate el fulano al que diste un puescuezo o a los de las carreteras....No obstante es digno de elogio el valor que tienes. Ánimo!!!!!
ResponderEliminarNo te imaginas el tamaño de alguno de los baches que había en esa carretera. De hecho puse la botella de plástico en la foto para que uno se pueda hacer a la idea del agujero. Para dejarte la piñata bien dejada. Pocas tobas de di al tipo...
EliminarSe me saltan las lágrimas! Madre de dios, eres un crack!
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