lunes, 23 de marzo de 2015

21 de marzo de 2015 – Palenque – San Cristóbal de las Casas – 233km – 5h

Si ayer no tuve suficiente mundo maya con la visita a Tikal, hoy tocaba visita a Palenque. Más de lo mismo, ruinas mayas otra vez pero esta vez en México. Hoy no hubo súper madrugón, pero como me metí relativamente pronto en la cama, pues estaba muy cansado, abrí el ojo con la fresca. Cuando ya me puse en marcha, corriendo otra vez a ver pirámides. Aunque me había quedado en un hostal pegado a la entrada de las ruinas, me recomendó el de la recepción que me acercase hasta la puerta en la moto, pues el camino hasta la puerta real de entrada al recinto, tenía su tela. Efectivamente, era una cuesta maligna así que teniendo vehículo propio, por qué no usarlo. A pesar de llegar temprano, cómo se nota que México es un país muchísimo más turístico que Guatemala. Había montada una romería en la entrada… gorrillas, vendedores de pirámides y calendarios mayas, de comida y de bebida, guías oficiales y no oficiales, policía, mirones… Aparqué la moto debajo de una sombra y para la taquilla que me fui. Me sorprendió que no fue excesivamente cara la entrada, y una vez con ella en la mano, corriendo otra vez hacia la puerta para evitar las hordas de turistas que suelen llegar un poco más tarde. Desgraciadamente ya se me habían adelantado y justo en la puerta había un autobús del que se había bajado un grupo de turistas. Pasaron todos por delante de mi, y cuando por fin me cortaron la entrada y estaba a punto de pasar el torno, se me acercó un tipo con pinta de guía y justo cuando estaba a punto de decirle que no quería uno, me preguntó: - ¿usted también viene con los del hotel? Y ni corto ni perezoso dije: -sí! Pues vamos, que empezamos con el tour. Hallábame pues acoplado una vez más a un grupo guiado sin comerlo ni beberlo. Si bien el guía de ayer no sabía distinguir un maya de un azteca, el de hoy… no es que fuese el guía más entusiasta del planeta, reconozco que acabé harto de su tono monótono igual al del personaje de “las doce pruebas” de los comics de Asterix pero, el tipo contar cosas, contaba un montón. Además, me metí en el papel y me convertí en su discípulo más aventajado, y no paré de hacerle preguntas. 


Palenque
Creo que acabó un poco harto de mi pues le hice más preguntas que en la tesis doctoral. Al igual que hasta ayer era el mayor ignorante del mundo maya del planeta, después de la sesión de hoy, soy capaz de leer los jeroglíficos donde se cuentan las hazañas de K'inich Janaab' Pakal. La visita fue de unas tres horas, y cuando estábamos a punto de concluir, el guía me preguntó si le había entregado el voucher. Le dije que por supuesto, pero eso fue una señal para poner en práctica el viejo truco de quedarse rezagado haciendo que sacas una foto y poner pies en polvorosa.

Foto previa a la huída
Salí zumbando del recinto escondiéndome entre arbusto y arbusto como los personajes de los dibujos animados. Logré dar esquinazo a mi grupo y cuando llegué a la moto tuve un pequeño enganchoncillo con un gorrilla local. Hace unos días me dijeron en un comentario que era un “gallego cabreado” y que iba a llegar encabronado a México. Soy consciente de que algunas de las cosas que cuento son “rocecillos” con personajes locales, pero habitualmente se producen por la coincidencia entre mi falta de paciencia y la pachorrita habitual que se gastan por aquí. En lo que sí me reconozco pulgosón, como ya he dicho en una ocasión, es en que me tomen por tonto y sobre todo con el pensamiento habitual de que los turistas son gilipollas y nosotros los locales no. El caso es que yendo hacia la moto, justo al lado había una papelera y me fijé que colgando mitad dentro mitad fuera había un trapo rojo. Me vino al pelo porque andaba buscando hacerme con un trapo para cuando engraso la cadena o hago alguna chapuza, y me vino Dios a ver. Como era más grande de lo que yo quería, lo partí por la mitad, me quedé con una parte y tiré a la basura la otra. En lo que quitaba el candado, me ponía el casco, etc. se me acercó un paisano y preguntó “al aire”, dirigiéndose a mi, si había cogido el trapo que estaba en la papelera. Le dije que sí y me dijo que el trapo era suyo.  Le pedí disculpas por haber cogido el trapo, le expliqué que andaba buscando uno y como lo vi tirado en la papelera lo cogí. Me dijo que no estaba tirado en la papelera sino que lo había dejado secando. Le dije que quizás no era el mejor sitio para dejar el trapo, le volví a pedir perdón, me ofrecí a devolverle la mitad del trapo que me había quedado y entonces el tipo se creció. Me dijo que era su herramienta de trabajo (al parecer lo utilizaba para secar los coches que limpiaba en el aparcamiento), que se lo había roto y se lo tenía que pagar. Entre perplejo y medio ironizando le pregunté cuanto tenía que darle y me soltó que le tenía que dar 100 pesos (6,64€). Eso fue la gota que colmó el vaso. Es curioso como hay cosas, detalles, que hace que de estar tranquilo pases a no estarlo y su petición me hizo saltar. Sé que escribiendo esto voy a parecer una vez más, un cascarrabias insoportable y que estoy hasta el moño de esto, de los diversos personajes locales y de su madre, pero ni mucho menos. Por lo general, el 99% de la gente con la que me cruzo es encantadora pero no sé porqué me afectan tanto ese 1% de toca pelotas. El caso es que cuando me dijo lo de los 100 pesos, le mandé al carajo, le volví a preguntar si pensaba que los turistas éramos idiotas y le volví a mandar al carajo. En esto que se acercó un amigo suyo gorrilla para aportar su granito de arena y recibió doble ración de mandada al carajo. No llegó, ni mucho menos, la sangre al río pero al final me quedé frustrado porque pretendo impartir una especie de justicia divina que ni existe y que de hacerlo, los tipos estos, pasados cinco minutos volverían a hacer los mismo con el próximo turista con el que se encontrasen, así que a ver si escarmiento y empiezo a ser inmune a su comportamiento.

Menos mal!!!
Hoy en teoría la etapa no era muy larga así que me lo tomé con calma. Como no todo me podía salir bien, tenía programada otra visita en el día, que consistía en ir a visitar un lugar llamado Cascada de Agua Azul pero se me fastidió el plan. Tanto Palenque como la cascada en cuestión, están en el estado mexicano de Chiapas, y aunque yo pensaba que el tema del subcomandante Marcos y el ELZN eran cosa del pasado, parece ser que no. Todo Chiapas está plagado con carteles  zapatistas, y resuelto, resuelto yo no lo he visto.

Chiapas zapatista

De hecho, debido a que se habían caneado los zapatistas con la policía, la carretera a la Cascada Azul estaba cortada y no tuve posibilidad de acercarme a verla.


     
Hoy, durante mi excursión he tenido una revelación. Y esa revelación ha sido que o cambian mucho las cosas o voy a intentar dejar México lo antes posible. ¿Y por qué lo hago? No es por la sugestión que tengo de que México es un país peligrosísimo y de la que aún no me he podido sobreponer, no es porque los mexicanos sean insoportables pues más bien diría que compiten con los colombianos en cuanto a afabilidad con el turista, y no es porque no me esté gustando, pues lo que he visto hasta ahora me ha encantado. Lo voy a hacer porque hay algo a lo que no puedo sobreponerme y es la cantidad de badenes, túmulos, vibradores o cómo quieran llamarlos que hay en las carreteras mexicanas. 

Vibradores
Es insoportable transitar por estas carreteras. Hoy he hecho 230 kilómetros en cinco horas, eso es a una media de 46km/h y si fuese porque la carretera es de tierra o es mala y tienes que ir un poco más despacio, pasa, pero no, es por la cantidad de badenes que hay constantemente en la carretera y que te hacen detenerte prácticamente para poder pasarlos, sin joder la moto o sin caerte. Y es realmente insoportable tener que estar arrancando una y otra vez para 100 metros más adelante, tener que volver a parar.



En los 230 kilómetros que he hecho hoy, no exagero si he pasado unos 300 badenes. Algunos eran pequeñitos pero la gran mayoría son grandes y tienes que parar sí o sí, pues son como subirse a un bordillo. De veras que es exasperante. Puedo entender que haya uno a la entrada de un pueblo, a la salida, uno a la mitad, pero en un pueblo que cruza la carretera y que no tendrá más de 500 metros de largo, hay cinco, seis o siete badenes.

Señal de topes
Y ya no sólo es que los haya en los pueblos, es que están en medio de la carretera sin venir a cuento, en un recta sin nada, te puedes encontrar uno, además sin indicar y la atención que tienes que llevar es extrema. E insisto que no es ir despacio lo que me mata, es tener que arrancar y  frenar 300 veces en 200 kilómetros. Y no es que se tratase de una carretera secundaria chunga, no, era una carretera nacional principal que une ciudades importantes. Hoy han sido 200 kilómetros pero no quiero imaginar lo que puede ser cruzarse toda la Baja California (son unos 1.650km) en ese plan. Ni de coña, así que o cambian mucho las cosas o mañana agarro autopista y salgo de México en línea recta lo antes que pueda. Preferiría no hacerlo, pues prefiero ir por México a tener que ir por EE.UU, más que nada por lo peculiar del sitio pero hoy he acabado tan harto que he tomado esa decisión. Al carajo mi itinerario inicial, mi itinerario alternativo y me voy a EE.UU dónde tengo la certeza absoluta de que no hay un solo badén, de la frontera hasta mi destino final. De veras me fastidia pero… al menos mi madre va a estar muy contenta.

Para acabar bien el día y no quedarme con mal sabor de boca, terminé en San Cristóbal de las Casas. Ciudad con un centro histórico curioso, no es Venecia pero está bien y es muy animado. Además tiene unos puestecillos dónde venden estos vasos de mango pealado por 0,92€, así me he puesto... morado!!!

Viva el mango!!!
Me parece muy curiosa la resignación de algunos países a las golferías que cometen sus políticos. Claro ejemplo es Argentina y otro es México. Ellos no se quejan, lo llevan con resignación, nosotros nos quejamos y ellos siguen robando sin excepción.

Qué verdad tan grande

Etapa del día

2 comentarios:

  1. Tu paso por Chiapas me ha recordado mi viaje de hace unos años. Hace casi una década pero aún me acuerdo con horror de los dichosos "topes". Y eso que nosotros íbamos en coche, en moto debe ser mucho peor! Por cierto, yo también tengo una foto con un policía militar; a mi padre casi le da algo cuando le dije que teníamos que ir escoltados porque aquello era peligrosísimo... (Era mentira, el tipo le pidió al conductor de la furgoneta de nuestro tour que le acercáramos a Palenque). A mí México me encantó, así que aunque pretendas estar lo mínimo posible, espero que disfrutes lo que veas, que hay mucho que merece la pena. Ándale, ándale! ;D

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    1. Lo de los badenes es para cortarse las venas, ya lo viviste tú, en moto, en coche o en pony!!!

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