domingo, 22 de marzo de 2015

19 de marzo de 2015 – Semuc Champey – Santa Elena – 361km – 7h30

Ayer me acosté intuyendo que el sitio en el que me había quedado era un paraíso, y cuando amaneció realmente lo era. Lo fue también para los mosquitos que me brearon durante la noche. Y no es que no me preparase para combatirlos, pero los elementos estuvieron contra mi. Entre el mucho equipaje que me he traído, de lo que no me he arrepentido es de haberme traído un antimosquitos eléctrico (lo que toda la vida se ha llamado un “fogo”). El caso es que lo puse, en un principio dio resultado pero, desafortunadamente no sabía que cortaban la luz en el hostal a las 0:00. Hasta entonces les mantuve a raya pero luego… se vengaron. Me han comido vivo y aunque cuando me di cuenta del detallito hice por luchar contra ellos, fue demasiado tarde.

Mi nidito de amor

Menos mal que luego mereció la pena el haber sido devorado por los mosquitos. El sito que vine a ver se llama Semuc Champey y lo definiría como unas pozas naturales formadas por un río, en el medio de la nada guatemalteca. El sitio es espectacular y gracias a que está donde Cristo perdió el gorro, y que su acceso es realmente chungo, no está mega explotado. La excursión que hice fue poca cosa pero intensa. El hostal en el que me quedé estaba a menos de dos minutos de la entrada del “parque”. El itinerario consistía en subir hasta un mirador desde el que se podía ver las pozas, y luego, bajar hasta ellas. A las 9 de la mañana ya estaba yo en marcha. La subida hasta el mirador tiene su tela. En primer lugar porque es escarpado, se suben dieciocho mil escalones, y además, aunque no pega el sol, con la humedad tan tremenda que hay te asas vivo. 

Las escaleritas asesinas
Camino del mirador me ocurrieron un par de cosas. En primer lugar experimenté lo que es la amistad verdadera. A mitad de camino me encontré con un chaval que pululaba por allí. Yo imaginaba que un turista no era, pero el chaval, vender, vender, no vendía nada. Empezó a seguirme, a hacerme preguntas, que si esto, que si lo otro… muy majete, la verdad. Seguíamos subiendo, yo me olía algo y en una de estas le solté: - oye, si me estás acompañando para que te de algo, que sepas que no llevo un duro encima y no tengo absolutamente nada que darte. Fueron unas palabras mágicas, no había acabado la frase cuando sin yo darme cuenta el chaval desapareció entre la jungla, como lo suele hacer Batman en sus películas. 

En segundo lugar tuve un encuentro con la fauna local. Así dicho suena muy bien, pero cuanto estás subiendo por unas piedras, de repente miras dónde has puesto la mano y te encuentras que a menos de 5 centímetros está pasando una serpiente bicolor, roja y negra… el alarido que pegas del susto, emula perfectamente a los de Tarzán. Lo he buscado en internet y se trataba de una serpiente llamada “micrurus”, y aunque esto no lo dice internet, es la serpiente más venenosa del planeta.

El lugar del encuentro

Después de eso, se me quitó el cansancio y subí como un tiro al mirador, eso sí, no apoyé una mano en lo que quedaba de subida. La vista desde el mirador es espectacular, lástima que la foto no diga mucho.

Semuc Champey

Después del mirador, baje a las pozas a la velocidad de la luz y si desde arriba eran bonitas, desde abajo eran espectaculares. Entre que hacía bastante calor y que el sitio invitaba a ello, me pasé un buen rato chapoteando en el agua como en mi más tierna infancia (hace no más de cinco días, vamos…)

Pozas de Semuc Champey

Concluida mi visita a Semuc Champey tocaba excursión, esta vez en moto, hasta un lugar llamado Santa Elena (la antesala a las ruinas de Tikal) Para que te hagas una idea de lo remoto de Semuc Champey, para recorrer los 21 kilómetros de camino de tierra que hay entre las pozas y la carretera de asfalto, tardé una hora.



Durante el camino de tierra vi algo que me hizo reflexionar y me hizo pensar en lo afortunado que soy (lo pienso setenta veces al día en mi vida diaria y en este viaje, setecientas) Mientras me estaba quejando interiormente de la mierda de camino de tierra, de los baches, de la tierra suelta, me crucé con varios lugareños que estaban llevando unos fardos de leña, que tenían la pinta de pesar un quintal, cargándolos, mitad en la espalda y mitad con una cinta en la cabeza. Cuando los vi me dije:  - y yo aquí haciendo el capullo o cuando estoy en Madrid, quejándome porque me pesa la bolsa del Mercadona… Para matarme!!!




El resto de la excursión fue bastante tranquilita. Lo peor de todo es que las carreteras guatemaltecas, sin ser malas, entre las curvas, los veinte mil pueblos que se tienen que atravesar, el tráfico que tienen y lo difícil que es encontrar un sitio decente para adelantar, las medias que se hacen son paupérrimas. 

Arco iris guatemalteco

Tardé casi 8 horas en hacer menos de 400 kilómetros y eso es desesperante. Si encima en mitad del camino, tienes que cruzar un río en barcaza porque la carretera no continua… para cortarse las venas





Como no, una vez más llegué de noche a mi destino. No fue mucho el tiempo que circulé, pero el suficiente para no dejar de preguntarme por qué en toda Sudamérica y Centroamérica les gusta tanto ir con las luces largas puestas y meterle unas deslumbradas al vecino de alucinar.  Además, si pueden llevar más faros de los de serie, para así poder quemarte más aún la retina, mejor. Y si les das ráfagas para que las quiten, le meten más potencia!!!. De veras no entiendo esa pasión por llevar las largas. Podría entenderlo si fuesen solos, pero es que se están cruzando con otro y no las quitan. Y me imagino que a ellos también les molestará…, pues nada. Cuando estuve visitando en Chile el observatorio de Mamalluca, la astrónoma que nos enseñaba las estrellas tenía un puntero láser alucinante, que lo apuntaba y podías seguir el haz de luz hasta la estrella, era chulísimo. Si alguna vez vuelvo a hacer un viaje de este estilo, pienso hacer como me dijo un amigo (no pongo su nombre que si no dice que sólo pongo cosas malas de él). Me voy a traer un puntero de esos, lo pondré en el casco y voy a meterles un laserazo a todos esos que van con las largas puestas que voy a acabar con la miopía en media Iberoamérica.  


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