jueves, 5 de marzo de 2015

3 de marzo de 2015 – Cartagena – Cartagena – 66km - 24h

Después del palizón de ayer, hoy en teoría era un día tranquilo. Tranquilo fue… pero vaya tela. Mis prisas por llegar a Cartagena eran para poder coger hoy martes el ferry que une Colombia con Panamá. La famosa carretera Panamericana se interrumpe en la frontera entre Colombia y Panamá. Allí está lo que se conoce como el “tapón del Darien” que no es más que un trozo de jungla en Panamá por el que la carretera no pasa. Dicen las malas lenguas que la carretera Panamericana no está completa a propósito y por deseo de los norteamericanos. Al parecer, “el tapón” es una dificultad más para que los sudamericanos emigren hacia Estados Unidos.

Cuando compré el billete del ferry por internet, en las instrucciones que me mandaron, a pesar de que el ferry sale a las 19h, me indicaban que a las 8:30 tenía que estar en el puerto para hacer las comprobaciones pertinentes tanto de mis papeles como los de la moto. Ante mi sorpresa de que tuviese que estar con 10h30 de antelación en el puerto les pregunté si después de las comprobaciones tenía que quedarme allí o podría dar una vuelta por Cartagena y volver algo antes del embarque. Me dijeron que por supuesto y que una vez hechas las comprobaciones con estar dos horas antes del embarque no habría problema.

Me levanté pues pronto para ir a hacer las comprobaciones y ahí empezó mi día. A las 8 de la mañana estaba saliendo yo por la puerta del hotel con destino al puerto.



Aunque las indicaciones que me dieron por correo no eran muy precisas, busqué en Google Maps como ir a la terminal de ferrys y la cosa no parecía muy complicada. Salí del hotel con el mapa de cómo ir en la cabeza y la primera sorpresa que me llevé es que por el centro de Cartagena no dejan circular motos. Pueden circular camiones de 6 ejes pero motos no. Eso trastocó un poco mis planes, tuve que “recalcular” mentalmente el mapa que tenía en la cabeza pero pensé: - daré un poco más de vuelta nada más. Seguí circulando, intuyendo por dónde tenía que ir, y cuando estaba yo más feliz que una lombriz de que la cosa parecía que estaba encaminada, de repente me di cuenta de que había vuelto a aparecer en el mismo sitio por el que había pasado hacía unos minutos. Me quedé a cuadros!!!! De veras que me oriento bastante bien, suelo “intuir” con bastante acierto el camino correcto (eso no quita que en este viaje en muchas ocasiones esas intuiciones hayan sido erróneas) pero no daba crédito a haber acabado exactamente en el mismo sitio. Estaba completamente descolocado y preguntándome una y otra vez cómo podía haber ocurrido. En vista de que salir de donde estaba no parecía tan fácil, pregunté a un par de taxistas y a un par de motos y al final una de las motos me dijo que le siguiese pues él iba más o menos hacia dónde iba yo. Otro ejemplo más de hospitalidad colombiana!!! Menos mal que se ofreció porque la salida hacia el puerto no era nada fácil. No sé muy bien cómo explicarlo pero Cartagena tiene una vía de acceso al centro y una salida del centro muy distinta. Seguí pues al chaval y hasta él se perdió. 



Dimos vueltas y vueltas buscando la terminal de ferrys y no había manera de encontrarla… y eso que él era de allí!!! Después de media hora de dar vueltas me dejó finalmente en una especie de terminal de contenedores y ya le dije yo que me apañaría y que no quería retenerle más. Por entonces ya llevaba yo una hora dando vueltas. Después de varias indagaciones y de preguntar a 150 personas por fin me pusieron en la buena pista de la terminal de ferrys. Cuando finalmente llegué, aparecí en la hipotética puerta donde debería de estar el acceso al ferry. La puerta estaba cerrada y sólo había un chaval que hacía de guarda jurado. Creo que no he comentado antes que entre los colombianos del sur y los colombianos del norte hay bastante diferencia. Sin tener mucha idea, me da que los colombianos del sur son más serios y cuanto más te acercas al Caribe la cosa se va relajando. Además es curioso el cambio de acento que hay entre el sur y el norte. Aquí en Cartagena el acento suena como muy “cubano” (los colombianos dirán que el cubano suena muy colombiano) Volviendo al relato, cuando llegué después de más de una hora de dar vueltas a esa puerta le pregunté con la “premura madrileña” que me caracteriza si ese era el lugar o si no lo era dónde tenía que ir. Me tocó el colombiano más pausado y con más pachorrita de toda Colombia. Me dijo que efectivamente esa era la terminal de ferrys pero que tenía que ir ha hacer los trámites primero a la aduana y después a un agente marítimo que era el representante de la compañía de ferrys en Colombia. Cuando di unos cuantos gritos acordándome de la compañía de ferrys y por qué demonios no me habían puesto eso en el correo que me mandaron volví a preguntarle al chaval para que me diese indicaciones de dónde ir. No exagero si digo que el chico tardó cinco minutos o más en soltarme las indicaciones de dónde tenía que ir con una verborrea y una pachorra que con lo calentito que yo estaba lo hubiese matado. Todo para decirme en dos frases:  - ve a la aduana que está allí y ve al agente marítimo que está allí.  Lo hubiese matado pero me dije: - Álvaro, relájate!!! Los 1000° que hacía a las 9:30 de la mañana y el sol de justicia que había no ayudaban. Salí pitando hacia la aduana y cuando llegué y aparqué la moto se me acercó un señor diciéndome si quería que me “cuidase” la moto. Con lo calentito que ya estaba le pegué tal berrido diciéndole que ya se cuidaba sola la puta moto!!! que a saber lo que debió de pensar pero por si acaso se escabulló lo más rápido posible.  

Una vez dentro de la aduana cuando llegué a la mesa de información me atendió la recepcionista. Le conté mi problema, delante de mí llamó por teléfono a la persona encargada y me dijo que me sentase y que en unos minutos me atendería. Una vez sentado empecé a observar, vi el percal y algo sucedió en mi interior, algo cambió y finalmente me dije: Álvaro, relájate de verdad o hoy no acabas el día. El ritmo que llevan aquí es completamente diferente al que llevamos nosotros. Van relajados, andan despacio!!! Si te fijas en todos los que pululaban por la aduana, tanto funcionarios cómo usuarios, todos van despacio, no ves a ninguno que vaya con un paso rápido, van de un sitio a otro, paran, se saludan… Yo estaba obsesionado con que me habían dicho a las 8:30, eran las 10:00 de la mañana y aún no había solucionado nada. Los minutos se convirtieron en un cuarto de hora y finalmente salió una chica a atenderme. Me dijo que no hacía falta que hubiese ido a la aduana pues en el agente marítimo se hacen todos los trámites. Me indicó pues cómo ir a la oficina del agente marítimo y para allá que me fui.

Cuando salí a la calle iba pensando que lo mismo por haberle gritado al tipo que cuidaba las motos me iba a encontrar con una sorpresa desagradable. Cuando llegué donde había aparcado, mi moto estaba impoluta pero en lo que sí me fijé es que todas las motos de al lado estaban con unos cartones encima del asiento y del depósito de la gasolina y que, el “gorrilla” al que le había gritado, era el encargado de poner y quitar los cartones en función de cómo la gente iba y venía. Cuando lo vi pensé que había sido un verdadero cretino, me acerqué al señor, le pedí disculpas por haberle gritado antes (sinceramente creo que el tipo no me entendió o no se acordaba), le di unas monedas que llevaba en el bolsillo (eso sí que lo entendió) y me piré. Cuando me monté en la moto me acordé de mi mala leche porque literalmente me abrasé las pelotas… joder qué temperatura tenía el asiento… eso me pasa por mamón!!!

Camino ya de la oficina del agente marítimo, a pesar de que en la aduana me calmé, iba pensando en decirles cuatro cosas para que “aclarasen” con anterioridad, cuáles eran los trámites y los lugares a los que uno se tiene que dirigir para intentar hacer las cosas más fáciles a los clientes y no tenerles dando vueltas durante más de dos horas (ya eran cerca de las 11:00 y aún no había solucionado nada…) Tardé mi tiempo en encontrar la oficina de marras. Donde me metí era un laberinto y nadie conocía, ni dónde caía la calle ni por dónde estaba la oficina. Por fin di con ello y cuando entré en la oficina con ganas de montarla me recibió una chica con una sonrisa de oreja a oreja y lo primero que me dijo fue: - hola mi amor, en que te puedo colaborar? Cuando te reciben así te desmontan. Si me hubiese recibido la típica funcionaria raspa diciendo: -siéntese que ahora estoy con usted (mientras está leyendo el Hola en internet!!!) le hubiese saltado al cuello y le hubiese dicho: - mira hija de tu madre, llevo dos horas dando vueltas y bla, bla, bla… He de reconocer que algo le dije, que llevaba dando vueltas durante dos horas, que esto, que lo otro pero nada, me había desmontado. Me pidió la documentación, me hizo unas cuantas fotocopias que no llevaba y cuando le conté que el día anterior me había metido el palizón para llegar y todo eso me dijo que ella pensaba que los jueves sí que se podían mandar motos!!! En un primer momento quise matar al que me había dicho que no pero por otro lado pensé que había sido una señal para que así pudiese visitar Cartagena. Yo le dije que no, ella que creía que sí y empezó a hacer sus indagaciones. Llamó a unos, escribió correos a otros y en lo que esperaba a que le diesen una respuesta, ella no dejaba de vender las bondades de Cartagena y yo ya me estaba haciendo ilusiones. Pasaba el tiempo, nadie daba señales de vida y ella no dejaba de intentar llamar a unos y a otros para averiguarlo. Parecía que tenía hasta más interés que yo!! Coincidió que tenían wifi en la oficina, le pedí la clave y por si acaso me puse a mirar si en el hotel en el que me había quedado tenían sitio. Cuando miré resultó que mi hotel estaba completo y cuando me lamenté me dijo: - no te preocupes mi amor… si no encuentras te puedes quedar en mi casa que vivo en el centro. De repente me vi metido en la cuna entre ella y su marido o en el mejor de los casos, sin el marido, más que nada por estar más holgado. Finalmente recibió una llamada del gerente desde Panamá y se confirmó que efectivamente sólo se llevaban vehículos los martes. Al traste pues con mis esperanzas de visitar Cartagena y por supuesto también a mis esperanzas de “bonding with locals”. Una verdadera lástima…

Por las gestiones de los papeles(o sea, hacer dos fotocopias y poner tres grapas) más las esperanzas de visitar Cartagena, la agencia marítima me llevó 25$. Antes de irme me indicó que para poder montar la moto en el ferry tenía que fumigarla (lo hacían en el puerto) y que la fumigación empezaba a las 11:00 y terminaba en torno a las 15:00. Eran ya las 12:00, aún tenía que pasarme por el hotel a recoger las cosas, comer… Me fui pues para el hotel, recogí, me pasé antes por el supermercado para comprar comida pues en el ferry según me habían dicho era carísima y chunga, fui a comer y a eso de las 14:45 salí hacia el puerto. No hay como conocerse los sitios pues la segunda vez que tuve que ir al puerto llegué en 15 minutos. Desgraciadamente no he podido ver casi nada de Cartagena, sólo un poco la muralla y desde fuera, una lástima. 



Llegué al puerto a las 15:00. Por fumigarme la moto me soplaron otros 35$. 



La verdad es que la bromita de mandar la moto en ferry desde Colombia a Panamá sale por un pico. El billete tanto mío como de la moto me ha costado 429$. Si a eso le sumamos los extras el importe final es de 489$ (manda huevos!!!)

Una vez en el puerto comenzó el trámite del embarque. Después de fumigar me hicieron pasar a un aparcamiento dónde estaban los de la aduana. Allí, después de esperar un buen rato, los funcionarios de aduana vinieron a hacer las comprobaciones pertinentes. 

Aparcamiento en el puerto de Cartagena
Una vez pasado eso tocaba hacer el control de equipaje. Llevé la moto a otro aparcamiento y allí estaba esperando la policía. Me hicieron sacar absolutamente todo y dejarlo tirado por el suelo para que viniese “hociquito” (el perro antidroga) a echarle una husmeadita. 

Inspección de equipaje
Conmigo había dos motos más, una de un señor mexicano y otra de un griego. Además coincidí con un grupo de jubilados alemanes y suizos que estaban haciendo un viaje similar al mío pero en auto-caravanas. Creo que era un grupo de 19. Si a mi me hicieron sacarlo todo a ellos también y no es lo mismo sacar mis “cuatro” bolsitas que hacerles sacar hasta los colchones de la caravana. Apareció por fin “hociquito” y el muy mamón lo primero que hace antes de ponerse a husmear mi equipaje es mearme la rueda delantera. Olé sus huevos!!!, marcando territorio, no tenía el perrito otro sitio donde miccionar. Menos mal que no le dio por hacerlo encima de mi equipaje!!! Pasado ese trámite, recogí otra vez los trastos y me hicieron llevar la moto a otro aparcamiento, esta vez al lado del ferry. Todo este proceso que cuento en dos párrafos me llevó casi dos horas. 


Después de eso había que hacer la “facturación” para el ferry y pasar el control de pasaporte. No sé cuantos pasajeros había, no tantísimos pero estuve en la cola para facturar y sellar el pasaporte y demás, tres horas de reloj. Qué puto infierno!!! Primero cola para pasar el control de equipajes (que a mi ya me habían pasado) con el resto de pasajeros, luego otra para facturar y finalmente otra para el pasaporte. Menos mal que el lugar en el que estábamos había aire acondicionado, si no hubiese sido una tragedia. Después de eso, vuelta a la moto para meterla en el ferry.





Una vez dentro otra cola (esta vez fue pequeña,  gracias a Dios) para que me diesen la llave de mi camarote y por fin poder llegar al que iba ser mi hogar durante las siguientes 18 horas.

Mi camarote del Queen Mary
Como dije antes, he coincidido con un mexicano y con un griego en el ferry. Con el mexicano he tratado menos porque ha hecho las gestiones mucho antes que yo. He alucinado con la cantidad de cosas que lleva el tipo en la moto.

A esto le llamo yo llevar unas cuantas cositas
Pero con el griego, hemos llegado a la vez y hemos estado rajando un buen rato. El tipo es un “experimentado” viajero en moto, que ha viajado por toda Asia en otras ocasiones y que esta vez va a hacer un viajecito de seis meses comenzando en Valparaiso y terminando en la puerta de su casa en Grecia. Me he quedado alucinado con el poco equipaje que lleva aunque me ha confesado que en sus primeros viajes llevaba infinitamente más de lo que yo llevo en este, lo cual me ha llenado de satisfacción. 

Nikolai y su equipaje
Por otro lado me ha gustado estar hablando con él y es curioso que hemos coincidido en un montón de cosas en lo que a percepciones del viaje se refiere. Por ejemplo él también consideraba que ir a Ushuaia fue un error y por ahora lo que más le ha gustado ha sido Ecuador y Colombia.


Ya he escrito bastante por hoy, mañana más.   

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