Hoy
ha sido un día de esos que empiezan, torcidos, continúan torcidos y al final…
Amanecí
en Uyuni y como la etapa de hoy era corta, me lo tomé con calma. Además, a eso
de las 7 de la mañana había caído un chaparrón de los buenos, el día estaba muy nublado y como mi intención era ir a ver el Salar, estuve remoloneando
a ver si empezaba a despejar un poco, cosa que parecía que no iba a suceder. Al
final estaba encima de la moto a las 9h15 y en vista de que seguía nublado fui
primero a visitar un lugar pegado a Uyuni que le llaman el cementerio de
trenes. Al parecer Uyuni fue y sigue siendo el puerto de salida del mineral de
las minas de la zona y tiene una línea ferroviaria que une Bolivia con Chile
para luego llegar hasta el mar. He leído que se mueve bastante cantidad pero la
verdad es que la estación de trenes no es gran cosa y yo mucho movimiento no he
visto. El caso es que fui al cementerio de trenes que no es más que un
apartadero donde hay varias máquinas y vagones de tren abandonados y está
curioso verlo. No son la octava maravilla pero para hacer tiempo a ver si se
despejaba, valía. Estuve viéndolo, sacando unas fotos y allí coincidí con una
pareja de chinos que estaban de viaje de “petición de mano”. El caso es que
estaban allí, ella vestida de novia y él sacándole fotos montada en todas las
máquinas y en todos los vagones que había allí abandonados. La pareja de chinos
viajaba con un grupo en el que había dos chicas chilenas y un chaval holandés.
Estaban haciendo una excursión de cinco días que iba desde San Pedro de Atacama
hasta el Salar de Uyuni, parando y viendo distintos sitios. Las chilenas me
contaron que en todos los sitios donde paraban, ella se ponía el vestido de
novia y “book” al canto que le hacía el novio. Al parecer es costumbre hacer
peticiones de mano rocambolescas en China y esta iba a ser con toda la
parafernalia dentro del Salar de Uyuni. Las fotos anteriores eran para adornar
el reportaje de la boda. Los chinos unos pelados no eran, no tenían la pinta de
los de una tienda de todo a100, él llevaba un camarón de fotos tamaño XL y
además los dos hablaban inglés perfectamente. Madre mía, y me quejo yo de la
cantidad de equipaje que me he traído. Me pregunto dónde hubiese metido yo mi traje de marinerito de
la primera comunión si tuviésemos la costumbre de fotografiarnos con él puesto
en todos aquellos lugares donde uno viaja.
Cementerio de trenes |
El
día seguía cubierto y no sólo eso sino que en el salar se veían unas nubes negras
y unas cortinas de agua de esas que están diciendo que allí está cayendo la del
pulpo. A pesar de eso, camino del salar
que me puse. La entrada al Salar está a unos 25 kilómetros de Uyuni, en un
pueblo que se llama Colchani. El camino para ir hasta allí es un infierno. Estaba súper bacheado, tenía los rizos esos que te hacen botar constantemente y además
estaba bastante embarrado… combinación perfecta. Llegué por fin a Colchani, y
tomé la desviación hacia el Salar. Cuando llegué a la “entrada” eso era
impracticable. Había una combinación de agua, barro y salar inundado con una
pinta muy chunga.
El año pasado estuve también aquí, luego explicaré porqué y
recordaba que la “entrada” estaba inundada. Pero esa inundación era que había
una capita de agua de dos o tres centímetros encima de la sal, que en cuanto
andabas un centenar de metros el agua desaparecía y aparecía el suelo firme de
sal. Al parecer hay siempre una zona del salar que está inundada más o menos en
función de lo que haya llovido ese año. Este año al parecer ha llovido como en
la vida y la parte del salar que está inundada es bastante grande. El problema es
que no había una capita de dos o tres centímetros, sino que eran fácil más de
diez. Anduve un rato para ver si bajaba el nivel del agua pero cada vez iba a
peor. Pasó a mi lado un 4x4 de los miles que hay por el salar con turistas y le
pregunté cómo estaba más adelante y me dijo que estaba así durante muchos
kilómetros. Con todo el dolor de mi corazón lo pensé bien y me di la vuelta. Si
sólo fuese agua, no me hubiese importado seguir pero la mezcla de agua y sal es
terrible para la moto. De haber seguido probablemente me la hubiese cargado.
Salí pues del Salar y a pesar de no haber hecho más de 500m dentro de él,
cuando llegué a “tierra firme” la moto estaba completamente cubierta de
salitre. Parte del radiador estaba cubierto de sal y antes de arrancar le di
con una botella de agua que tenía para quitarle la sal tanto al radiador como a
todas las partes tenían sal.
La
verdad es que me llevé una decepción muy grande. Quizás uno de los mayores
alicientes de este viaje era haber visto el Salar y también el haber podido
montar en moto por él. Aunque intentaba consolarme diciéndome que ya lo había
visto el año pasado y que me hizo un día espectacular, reconozco que me entró
un bajón de pelotas. Además no existía la posibilidad de verlo otro día, ya no
porque el pronóstico para toda la semana era malo si no porque esa cantidad de
agua no desaparece de un día para otro.
Volví
pues con el ánimo bastante tocado hacia Uyuni. Antes de continuar hacia Potosí
mi intención era darle un manguerazo a la moto para quitarle toda la sal que
aún tenía adherida. Me estaba acordando de los pilotos del Dakar de este año
cuando pasaron por el salar y cuyas
motos se les fastidiaron por la sal. Lo que me sorprende es cómo pudieron
seguir los que siguieron. Yo me metí 500m y mi moto estaba completamente
“ensalada” y ellos se metieron decenas de kilómetros!!! Había costras de sal
por toda la moto. Cuando llegué a Uyuni busqué un lavadero de coches donde
poder darle un agua. Pregunté en un par de sitios y en los dos me dijeron que
no tenían luz (no entiendo que tiene que ver la luz con el agua). Lo mejor de
todo es que el primero que me lo dijo, estaba utilizando un compresor de aire
para arreglar una rueda. De la frustración que tenía y de la mala leche que me
entró, le respondí bastante mal y me acordé de todos sus muertos a la vez que le
decía que para su compresor sí que había luz. Luego dando vueltas por el pueblo
me encontré con otro que le estaba dando un manguerazo con una “karcher” a su
coche. Me acerqué y le dije si por favor cuando acabase me dejaba darle un agua
a la moto. Me dijo que la casa no era suya, que si los dueños de la casa se
enteraban se enojaban a lo que yo respondí que hablaba yo con los dueños para
preguntarles, a lo que él me respondió que no estaban. Otra respuesta que me
tocó las bolas y otro berrido que le metí al tipo reprochándole que si no
estaban cómo se iban a enterar. Seguí dando vueltas, notaba como el salitre
estaba devorándome la moto y encontré una casa con una especie de garaje al
lado en el que vi una manguera. Me metí, di varios gritos para que saliera
alguien y cuando por fin salió un chaval le pregunte si podía utilizar la
manguera. El chaval medio asustado me dijo que no sabía y que preguntase en la
recepción del hotel (resultó ser que la casa de al lado era un hostal) Fui a la
recepción, pregunté y la chica me dijo que no sabía y que le tendría que
preguntar el dueño. El dueño no estaba así que decidí coger la manguera y luego
ya veríamos. Así hice, le metí un manguerazo exhaustivo a la moto hasta que le
quité el más mínimo grano de sal que tenía adherido.
Solucionado
eso ahora tocaba echar gasolina. Fui a una gasolinera y me dijeron que no
tenían. Me quedé extrañado pues había un 4x4 repostando al lado pero el
gasolinero me dijo que era diesel. Me dijo de ir a la gasolinera de al lado,
allá que fui y resultó estar cerrada. Cuando vuelvo a la gasolinera y le digo
al tipo que estaba cerrada me dice que hasta la 1 del medio día no habría
gasolina (eran las 11h) En mi búsqueda de un lugar donde lavar la moto, había
visto otra gasolinera así que para allá que me fui. Cuando llegué pregunté si
tenían gasolina y al parecer en esa sí. Cuando me tocó mi turno, antes de
echarme el gasolinero me dice que el precio de la gasolina es de 9 bolivianos
el litro (1,2€). Le dije que había preguntado al del coche anterior y me había
dicho que el precio era de 3 bolivianos el litro (0,40€). La respuesta fue que
el precio para los extranjeros era distinto. Tócate los cojones!!! Como no me
quedaba otra, gasolina que eché, factura mega oficial que me dieron y tirando.
Magnífico
día que llevaba hasta entonces. Seguía con un bajón de cojones, me estaba
acordando de la madre de todos los bolivianos, de su luz, de su agua y de su
gasolina y ahora tenía 200 kilómetros hasta Potosí. El panorama no pintaba muy
bien porque se veía un cielo negro, negro y eso tenía pinta de empapada sí o
sí. Esta vez tuve suerte y como me ocurrió el día anterior, la carretera iba
esquivando los nubarrones. Cuando había nubarrones a la izquierda, la carretera
tiraba a la derecha, que los había a la derecha, la carretera tiraba a la
izquierda. Me mojé muy poco gracias a
Dios, no todo iba a ser malo.
A unos 20 kilómetros de Potosí, en un
apartadero de la carretera había un coche de la policía parado con dos agentes
fuera. Cuando estaba a unos 100m de ellos, uno empieza a hacerme señales para
que pare. Paré y nada más parar me pidió el carnet de conducir. Se lo di y me
preguntó que si sabía a qué velocidad iba. Le dije que iría a unos 90/100 (era
una recta cuesta abajo, carretera perfecta, yo iba súper tranquilito) Me
preguntó si sabía cual era el límite de velocidad en Bolivia a lo que contesté
que no lo sabía, la verdad, pero que tampoco había visto ninguna señal que lo
dijese. A todo esto me percaté, cosa que no había hecho hasta entonces, que
debajo del brazo llevaba una pistola radar. Me dijo que le acompañase al coche
y allí le dió el carnet al “jefe”. Este me empezó a decir que si conocía el
límite de velocidad, le volví a repetir que no y me dijo que iba a 100 (me
mostraron el indicador de la pistola) Me sacó entonces un librito que al
parecer era el código de circulación boliviano, lo abrió y subrayado aparecía
que el límite de velocidad en las carreteras asfaltadas en Bolivia era de 80,
vaya!
Me hizo leer otra página en la que ponía que el
que superase ese límite tendrSe trata de un papel que te dan
en la aduana para el tema de la importación de la moto y el tipo me hizo leer
una parte en la que ponía que “me comprometo a no abandonar el país sin abonar las
multas de tráfico que me pudiesen poner en mi estancia”. Tócate los huevos!!!
No veo el salar, casi jodo la moto con la sal y ahora me cazan con un radar de
chicha y pan a plena luz del día y sin esconder por ir a 100. Pues nada agente,
póngame la multa!!! Empezó el jefe a decir que era carnaval que hasta el
miércoles el banco estaba cerrado, que la oficina también estaba cerrada y que
no iba a poder abonar el importe hasta entonces. Hice unas cábalas rápidas y pensé:
- de puta madre, yo el miércoles ya no estoy en Bolivia!! Continuó el agente
preguntándose qué era lo que podíamos hacer, que bla, bla, bla… Yo por un
momento pensé que como había sido sincero, que era extranjero… me iba a dejar
ir. Empezó a preguntarme que qué sanción me pondría yo. A eso contesté todo
sincero que como era la primera vez con una amonestación verbal bastaba y que
había aprendido la lección y no lo volvería a hacer. El agente se empezó a reír
y a decirme que eso no era así y en ese momento caí en lo que realmente estaba
pasando. También ayudó que el agente dijo que si creía que yo de alguna manera
podía colaborar en algo para que la situación se solucionara. Era la primera
vez en la vida que me encontraba en una situación así, mira que lo había oído
mil veces pero no caí. Cuando ya me di cuenta de qué iba el tema, empecé a
hacer cálculos integrales. En primer lugar el agente seguía con mi carnet de
conducir en la mano. Me quería tirar de los pelos porque me he traído unas
fotocopias en color del carnet pero justo cuando me lo pidió no encontré una ía que pagar una multa de 200 bolivianos (30€). Además me dijo que le enseñase mi declaración jurada que me dieron en la
frontera. de las copias que llevo con los papeles de la
moto así que le tuve que dar el bueno. Siendo consciente de lo que pasaba, mi
duda ahora era saber cuánta pasta le tenía que dar para solucionar el tema de
forma razonable. Si la multa eran 200 bolivianos, no le iba a dar 200 pero si
le daba 10, lo mismo me dispara. Tampoco llevaba mucho dinero en la cartera
pero sí más de 200 y no quería que me lo viesen. Al final saqué la cartera,
saqué un billete de 50 y otros dos de 10 y… 70 bolivianos (9€) que le aticé al
colega. Acto seguido me dio mi carnet y me dijo que continuase. En ese momento
reconozco que sentí una impotencia alucinante, el día había empezado torcido y
ahora esto. Me monté en la moto y me fui muy jodido. Con lo chulito que soy yo,
me jodió tener que pasar por el aro pero sobre todo la ignorancia de no saber
qué es lo que tenía que haber hecho. Esa tarde, cuando llegué a Vilacaya conté
lo sucedido y me dijeron que eso era muy habitual aquí y que con 10 bolivianos
por cabeza lo hubiese solucionado. Y yo al hijoputa le solté 70!!! Otra vez
rejodido. Lo que es curioso es cómo un clavo saca otro clavo. Llevaba toda la
mañana quemado por no haber podido visitar el salar y después de esto ya ni me
acordé y no dejaba de pensar en la multa y en la mordida de las pelotas.
Llegué
a Potosí y lo que faltaba. Potosí es una ciudad chunga donde las haya y que desgraciadamente
es lo que me voy a tener que encontrar a partir de ahora. Estando dónde estamos,
las carreteras de circunvalación creo que no se estilan mucho así que para
coger la carretera que tenía que coger para ir a Vilacaya tenía que cruzar toda
la ciudad. Potosí es una población que ha crecido a las faldas de una montaña
llamada Cerro Rico y la ciudad es un caos urbanístico por definición. Todas las
calles están levantadas, el asfalto, si lo hay, destrozado, las casas a medio
hacer, todo lleno de mierda por todos los lados y encima un tráfico
insoportable. Si a eso le sumamos que es época de carnaval y aquí es lo más
importante del año, estaba todo de bote en bote. No es muy grande pero me costó
cruzarla por los menos una hora. Encima toda la ciudad es en cuesta y casi
quemo el embrague de tanto arrancar y parar, arrancar y parar. Si a eso le
sumas que el humazo que sueltan los coches aquí es terrible… estar en un atasco
te quita años de vida. No recuerdo haber tragado tanto humo en mi vida. Aquí no
pasaba la prueba de gases de la ITV el 99% de los vehículos. Por fin logré
cruzar la ciudad y no dejo de pensar que fue hasta fácil porque la conocía. No
quiero ni imaginar cómo va a ser atravesar La Paz, Lima y todas las demás
grandes ciudades que tenga que cruzar.
Mi
estado de animo la verdad es que estaba por los suelos. Tuve muchos momentos en
lo que pensé para qué coño me había venido yo a hacer esto con lo bien que
estaba yo en mi casita. También tengo que reconocer que el no haber comido nada
desde el desayuno me estaba influyendo y es curioso cómo a lo largo de este
viaje he llegado a constatar que el estado de ánimo me cambia mucho en función
de si he comido o no. He de reconocer que soy bastante especialito con la
comida. Y si ya de por sí soy especialito además soy cero proclive a pararme en
cualquier sitio a comer o a comprar comida. Juraría que no me he comido nunca
nada del típico puestecillo callejero (cosa que me habrá salvado de muchas..., pero que también me habrá hecho perderme muchas cosas) El caso
es que ayer cuando salí de Uyuni con el encabrone me olvidé de comprar algo para comer. A lo largo del camino me acordé pero no encontré ningún sitio “atractivo”
para parar y en Potosí muchísimo menos pues estaba como loco por salir. Eran
casi las cinco de la tarde y no había comido nada. Finalmente paré en un
pueblo, compré tres plátanos y me los comí. Increíblemente mi estado de ánimo
cambió, y no es que viese las cosas de distinta manera pero… Es algo que me ha
ocurrido varias veces en este viaje. Ha habido varios días que entre unas cosas
y otras al final me he quedado sin comer y podría asegurar que han sido peores
que los que he comido. Día que he hecho las cosas bien, día que me ha ido de
perlas, día que las he hecho mal, día que me he encabronado y que también he
acabado más cansado.
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