lunes, 16 de febrero de 2015

13 de febrero de 2015 – Uyuni – Vilacaya – 343km - 8h

Hoy ha sido un día de esos que empiezan, torcidos, continúan torcidos y al final…

Amanecí en Uyuni y como la etapa de hoy era corta, me lo tomé con calma. Además, a eso de las 7 de la mañana había caído un chaparrón de los buenos, el día estaba muy nublado y como mi intención era ir a ver el Salar, estuve remoloneando a ver si empezaba a despejar un poco, cosa que parecía que no iba a suceder. Al final estaba encima de la moto a las 9h15 y en vista de que seguía nublado fui primero a visitar un lugar pegado a Uyuni que le llaman el cementerio de trenes. Al parecer Uyuni fue y sigue siendo el puerto de salida del mineral de las minas de la zona y tiene una línea ferroviaria que une Bolivia con Chile para luego llegar hasta el mar. He leído que se mueve bastante cantidad pero la verdad es que la estación de trenes no es gran cosa y yo mucho movimiento no he visto. El caso es que fui al cementerio de trenes que no es más que un apartadero donde hay varias máquinas y vagones de tren abandonados y está curioso verlo. No son la octava maravilla pero para hacer tiempo a ver si se despejaba, valía. Estuve viéndolo, sacando unas fotos y allí coincidí con una pareja de chinos que estaban de viaje de “petición de mano”. El caso es que estaban allí, ella vestida de novia y él sacándole fotos montada en todas las máquinas y en todos los vagones que había allí abandonados. La pareja de chinos viajaba con un grupo en el que había dos chicas chilenas y un chaval holandés. Estaban haciendo una excursión de cinco días que iba desde San Pedro de Atacama hasta el Salar de Uyuni, parando y viendo distintos sitios. Las chilenas me contaron que en todos los sitios donde paraban, ella se ponía el vestido de novia y “book” al canto que le hacía el novio. Al parecer es costumbre hacer peticiones de mano rocambolescas en China y esta iba a ser con toda la parafernalia dentro del Salar de Uyuni. Las fotos anteriores eran para adornar el reportaje de la boda. Los chinos unos pelados no eran, no tenían la pinta de los de una tienda de todo a100, él llevaba un camarón de fotos tamaño XL y además los dos hablaban inglés perfectamente. Madre mía, y me quejo yo de la cantidad de equipaje que me he traído. Me pregunto dónde  hubiese metido yo mi traje de marinerito de la primera comunión si tuviésemos la costumbre de fotografiarnos con él puesto en todos aquellos lugares donde uno viaja.


Cementerio de trenes
El día seguía cubierto y no sólo eso sino que en el salar se veían unas nubes negras y unas cortinas de agua de esas que están diciendo que allí está cayendo la del pulpo. A pesar de eso, camino del salar que me puse. La entrada al Salar está a unos 25 kilómetros de Uyuni, en un pueblo que se llama Colchani. El camino para ir hasta allí es un infierno. Estaba súper bacheado, tenía los rizos esos que te hacen botar constantemente y además estaba bastante embarrado… combinación perfecta. Llegué por fin a Colchani, y tomé la desviación hacia el Salar. Cuando llegué a la “entrada” eso era impracticable. Había una combinación de agua, barro y salar inundado con una pinta muy chunga. 



El año pasado estuve también aquí, luego explicaré porqué y recordaba que la “entrada” estaba inundada. Pero esa inundación era que había una capita de agua de dos o tres centímetros encima de la sal, que en cuanto andabas un centenar de metros el agua desaparecía y aparecía el suelo firme de sal. Al parecer hay siempre una zona del salar que está inundada más o menos en función de lo que haya llovido ese año. Este año al parecer ha llovido como en la vida y la parte del salar que está inundada es bastante grande. El problema es que no había una capita de dos o tres centímetros, sino que eran fácil más de diez. Anduve un rato para ver si bajaba el nivel del agua pero cada vez iba a peor. Pasó a mi lado un 4x4 de los miles que hay por el salar con turistas y le pregunté cómo estaba más adelante y me dijo que estaba así durante muchos kilómetros. Con todo el dolor de mi corazón lo pensé bien y me di la vuelta. Si sólo fuese agua, no me hubiese importado seguir pero la mezcla de agua y sal es terrible para la moto. De haber seguido probablemente me la hubiese cargado.


Salí pues del Salar y a pesar de no haber hecho más de 500m dentro de él, cuando llegué a “tierra firme” la moto estaba completamente cubierta de salitre. Parte del radiador estaba cubierto de sal y antes de arrancar le di con una botella de agua que tenía para quitarle la sal tanto al radiador como a todas las partes tenían sal.

La verdad es que me llevé una decepción muy grande. Quizás uno de los mayores alicientes de este viaje era haber visto el Salar y también el haber podido montar en moto por él. Aunque intentaba consolarme diciéndome que ya lo había visto el año pasado y que me hizo un día espectacular, reconozco que me entró un bajón de pelotas. Además no existía la posibilidad de verlo otro día, ya no porque el pronóstico para toda la semana era malo si no porque esa cantidad de agua no desaparece de un día para otro.

Volví pues con el ánimo bastante tocado hacia Uyuni. Antes de continuar hacia Potosí mi intención era darle un manguerazo a la moto para quitarle toda la sal que aún tenía adherida. Me estaba acordando de los pilotos del Dakar de este año cuando pasaron por el salar y  cuyas motos se les fastidiaron por la sal. Lo que me sorprende es cómo pudieron seguir los que siguieron. Yo me metí 500m y mi moto estaba completamente “ensalada” y ellos se metieron decenas de kilómetros!!! Había costras de sal por toda la moto. Cuando llegué a Uyuni busqué un lavadero de coches donde poder darle un agua. Pregunté en un par de sitios y en los dos me dijeron que no tenían luz (no entiendo que tiene que ver la luz con el agua). Lo mejor de todo es que el primero que me lo dijo, estaba utilizando un compresor de aire para arreglar una rueda. De la frustración que tenía y de la mala leche que me entró, le respondí bastante mal y me acordé de todos sus muertos a la vez que le decía que para su compresor sí que había luz. Luego dando vueltas por el pueblo me encontré con otro que le estaba dando un manguerazo con una “karcher” a su coche. Me acerqué y le dije si por favor cuando acabase me dejaba darle un agua a la moto. Me dijo que la casa no era suya, que si los dueños de la casa se enteraban se enojaban a lo que yo respondí que hablaba yo con los dueños para preguntarles, a lo que él me respondió que no estaban. Otra respuesta que me tocó las bolas y otro berrido que le metí al tipo reprochándole que si no estaban cómo se iban a enterar. Seguí dando vueltas, notaba como el salitre estaba devorándome la moto y encontré una casa con una especie de garaje al lado en el que vi una manguera. Me metí, di varios gritos para que saliera alguien y cuando por fin salió un chaval le pregunte si podía utilizar la manguera. El chaval medio asustado me dijo que no sabía y que preguntase en la recepción del hotel (resultó ser que la casa de al lado era un hostal) Fui a la recepción, pregunté y la chica me dijo que no sabía y que le tendría que preguntar el dueño. El dueño no estaba así que decidí coger la manguera y luego ya veríamos. Así hice, le metí un manguerazo exhaustivo a la moto hasta que le quité el más mínimo grano de sal que tenía adherido.

Solucionado eso ahora tocaba echar gasolina. Fui a una gasolinera y me dijeron que no tenían. Me quedé extrañado pues había un 4x4 repostando al lado pero el gasolinero me dijo que era diesel. Me dijo de ir a la gasolinera de al lado, allá que fui y resultó estar cerrada. Cuando vuelvo a la gasolinera y le digo al tipo que estaba cerrada me dice que hasta la 1 del medio día no habría gasolina (eran las 11h) En mi búsqueda de un lugar donde lavar la moto, había visto otra gasolinera así que para allá que me fui. Cuando llegué pregunté si tenían gasolina y al parecer en esa sí. Cuando me tocó mi turno, antes de echarme el gasolinero me dice que el precio de la gasolina es de 9 bolivianos el litro (1,2€). Le dije que había preguntado al del coche anterior y me había dicho que el precio era de 3 bolivianos el litro (0,40€). La respuesta fue que el precio para los extranjeros era distinto. Tócate los cojones!!! Como no me quedaba otra, gasolina que eché, factura mega oficial que me dieron y tirando.

Magnífico día que llevaba hasta entonces. Seguía con un bajón de cojones, me estaba acordando de la madre de todos los bolivianos, de su luz, de su agua y de su gasolina y ahora tenía 200 kilómetros hasta Potosí. El panorama no pintaba muy bien porque se veía un cielo negro, negro y eso tenía pinta de empapada sí o sí. Esta vez tuve suerte y como me ocurrió el día anterior, la carretera iba esquivando los nubarrones. Cuando había nubarrones a la izquierda, la carretera tiraba a la derecha, que los había a la derecha, la carretera tiraba a la izquierda.  Me mojé muy poco gracias a Dios, no todo iba a ser malo.



A unos 20 kilómetros de Potosí, en un apartadero de la carretera había un coche de la policía parado con dos agentes fuera. Cuando estaba a unos 100m de ellos, uno empieza a hacerme señales para que pare. Paré y nada más parar me pidió el carnet de conducir. Se lo di y me preguntó que si sabía a qué velocidad iba. Le dije que iría a unos 90/100 (era una recta cuesta abajo, carretera perfecta, yo iba súper tranquilito) Me preguntó si sabía cual era el límite de velocidad en Bolivia a lo que contesté que no lo sabía, la verdad, pero que tampoco había visto ninguna señal que lo dijese. A todo esto me percaté, cosa que no había hecho hasta entonces, que debajo del brazo llevaba una pistola radar. Me dijo que le acompañase al coche y allí le dió el carnet al “jefe”. Este me empezó a decir que si conocía el límite de velocidad, le volví a repetir que no y me dijo que iba a 100 (me mostraron el indicador de la pistola) Me sacó entonces un librito que al parecer era el código de circulación boliviano, lo abrió y subrayado aparecía que el límite de velocidad en las carreteras asfaltadas en Bolivia era de 80, vaya!  Me hizo leer otra página en la que ponía que el que superase ese límite tendr qué era﷽﷽ preguntoia!! Continuaasaía que pagar una multa de 200 bolivianos (30€). Además me dijo que le enseñase mi declaración jurada que me dieron en la frontera. Se trata de un papel que te dan en la aduana para el tema de la importación de la moto y el tipo me hizo leer una parte en la que ponía que “me comprometo a no abandonar el país sin abonar las multas de tráfico que me pudiesen poner en mi estancia”. Tócate los huevos!!! No veo el salar, casi jodo la moto con la sal y ahora me cazan con un radar de chicha y pan a plena luz del día y sin esconder por ir a 100. Pues nada agente, póngame la multa!!! Empezó el jefe a decir que era carnaval que hasta el miércoles el banco estaba cerrado, que la oficina también estaba cerrada y que no iba a poder abonar el importe hasta entonces. Hice unas cábalas rápidas y pensé: - de puta madre, yo el miércoles ya no estoy en Bolivia!! Continuó el agente preguntándose qué era lo que podíamos hacer, que bla, bla, bla… Yo por un momento pensé que como había sido sincero, que era extranjero… me iba a dejar ir. Empezó a preguntarme que qué sanción me pondría yo. A eso contesté todo sincero que como era la primera vez con una amonestación verbal bastaba y que había aprendido la lección y no lo volvería a hacer. El agente se empezó a reír y a decirme que eso no era así y en ese momento caí en lo que realmente estaba pasando. También ayudó que el agente dijo que si creía que yo de alguna manera podía colaborar en algo para que la situación se solucionara. Era la primera vez en la vida que me encontraba en una situación así, mira que lo había oído mil veces pero no caí. Cuando ya me di cuenta de qué iba el tema, empecé a hacer cálculos integrales. En primer lugar el agente seguía con mi carnet de conducir en la mano. Me quería tirar de los pelos porque me he traído unas fotocopias en color del carnet pero justo cuando me lo pidió no encontré una  de las copias que llevo con los papeles de la moto así que le tuve que dar el bueno. Siendo consciente de lo que pasaba, mi duda ahora era saber cuánta pasta le tenía que dar para solucionar el tema de forma razonable. Si la multa eran 200 bolivianos, no le iba a dar 200 pero si le daba 10, lo mismo me dispara. Tampoco llevaba mucho dinero en la cartera pero sí más de 200 y no quería que me lo viesen. Al final saqué la cartera, saqué un billete de 50 y otros dos de 10 y… 70 bolivianos (9€) que le aticé al colega. Acto seguido me dio mi carnet y me dijo que continuase. En ese momento reconozco que sentí una impotencia alucinante, el día había empezado torcido y ahora esto. Me monté en la moto y me fui muy jodido. Con lo chulito que soy yo, me jodió tener que pasar por el aro pero sobre todo la ignorancia de no saber qué es lo que tenía que haber hecho. Esa tarde, cuando llegué a Vilacaya conté lo sucedido y me dijeron que eso era muy habitual aquí y que con 10 bolivianos por cabeza lo hubiese solucionado. Y yo al hijoputa le solté 70!!! Otra vez rejodido. Lo que es curioso es cómo un clavo saca otro clavo. Llevaba toda la mañana quemado por no haber podido visitar el salar y después de esto ya ni me acordé y no dejaba de pensar en la multa y en la mordida de las pelotas.

Llegué a Potosí y lo que faltaba. Potosí es una ciudad chunga donde las haya y que desgraciadamente es lo que me voy a tener que encontrar a partir de ahora. Estando dónde estamos, las carreteras de circunvalación creo que no se estilan mucho así que para coger la carretera que tenía que coger para ir a Vilacaya tenía que cruzar toda la ciudad. Potosí es una población que ha crecido a las faldas de una montaña llamada Cerro Rico y la ciudad es un caos urbanístico por definición. Todas las calles están levantadas, el asfalto, si lo hay, destrozado, las casas a medio hacer, todo lleno de mierda por todos los lados y encima un tráfico insoportable. Si a eso le sumamos que es época de carnaval y aquí es lo más importante del año, estaba todo de bote en bote. No es muy grande pero me costó cruzarla por los menos una hora. Encima toda la ciudad es en cuesta y casi quemo el embrague de tanto arrancar y parar, arrancar y parar. Si a eso le sumas que el humazo que sueltan los coches aquí es terrible… estar en un atasco te quita años de vida. No recuerdo haber tragado tanto humo en mi vida. Aquí no pasaba la prueba de gases de la ITV el 99% de los vehículos. Por fin logré cruzar la ciudad y no dejo de pensar que fue hasta fácil porque la conocía. No quiero ni imaginar cómo va a ser atravesar La Paz, Lima y todas las demás grandes ciudades que tenga que cruzar.

Mi estado de animo la verdad es que estaba por los suelos. Tuve muchos momentos en lo que pensé para qué coño me había venido yo a hacer esto con lo bien que estaba yo en mi casita. También tengo que reconocer que el no haber comido nada desde el desayuno me estaba influyendo y es curioso cómo a lo largo de este viaje he llegado a constatar que el estado de ánimo me cambia mucho en función de si he comido o no. He de reconocer que soy bastante especialito con la comida. Y si ya de por sí soy especialito además soy cero proclive a pararme en cualquier sitio a comer o a comprar comida. Juraría que no me he comido nunca nada del típico puestecillo callejero (cosa que me habrá salvado de muchas..., pero que también me habrá hecho perderme muchas cosas) El caso es que ayer cuando salí de Uyuni con el encabrone me olvidé de comprar algo para comer. A lo largo del camino me acordé pero no encontré ningún sitio “atractivo” para parar y en Potosí muchísimo menos pues estaba como loco por salir. Eran casi las cinco de la tarde y no había comido nada. Finalmente paré en un pueblo, compré tres plátanos y me los comí. Increíblemente mi estado de ánimo cambió, y no es que viese las cosas de distinta manera pero… Es algo que me ha ocurrido varias veces en este viaje. Ha habido varios días que entre unas cosas y otras al final me he quedado sin comer y podría asegurar que han sido peores que los que he comido. Día que he hecho las cosas bien, día que me ha ido de perlas, día que las he hecho mal, día que me he encabronado y que también he acabado más cansado.


Llegué finalmente a Vilacaya pero de todo lo que pasó allí y el porqué he venido hasta aquí, lo contaré mañana, creo que por hoy he escrito suficiente.  


La etapa del día


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